PROBLEMAS BAJO LA LUNA

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Paso 2 - Convertirse en el "oso" (aunque eso ya lo medio soy, pero tú me entiendes)

Salí por la puerta de casa, para no levantar sospechas, pero en cuanto hube cerrado y fingido que me alejaba, volví. Trepé por un árbol que daba a mi ventana, y abrí con todo el sigilo que pude.

Mmm... tal vez Vegetta tenía razón. Era demasiado fácil entrar. Pero tampoco es que nadie fuera a robarme... ¿no?

Cuando llegué a mi habitación, agarré el halligan que había dentro de mi armario (una herramienta un tanto especial), y haciendo un poco de palanca, levanté la madera que había a 45 centímetros justos, desde la abertura de la puerta. Allí escondida, estaba la máscara de oso.

La guardé en la sudadera negra que me había puesto.

Volví a meter la mano en el recoveco, para sacar mis otros tesoros:

- Frascos con muestras mágicas de todo Karmaland.

- Un mapa dibujado con precisión, del pueblo.

- Un libro de investigación.

- 5 granadas de humo.

Dejé los frascos y el mapa, pero me llevé el libro, y una granada. Nunca sabía cuando podría hacerme falta. Cogí tres lápices de mi mesa, una pluma y un bote de tinta. Agarré unos auriculares, de esos más grandes, y lo guardé todo en una riñonera negra, que me crucé a modo de bandolera. Con la máscara todavía oculta, salí por la ventana.

Encaramarme de nuevo al árbol fue fácil, así que bajé rápidamente, y me interné en el bosque. Sabía perfectamente donde estaba la laguna, así que tenía claro que no me desviaría.

Miré el cielo.

La luna azul brillaba intensamente en el firmamento. Ninguna estrella se había atrevido a asomarse aquella noche. Miré mi móvil. Aún tenía una hora de luna, pero debía darme prisa. Tratándose de sirenas... uno nunca sabe que esperarse.

Palpé los auriculares, que llevaba colgados del cuello. En cuanto divisara la laguna, me los pondría inmediatamente.

Estaba ya por ponerme la máscara, pensando que me había alejado lo suficiente del pueblo, cuando una risa resonó en la noche. Una risa un tanto... conocida. Fruncí el ceño, y me oculté tras un árbol como acto reflejo. Justo a tiempo, porque pasó corriendo a mi lado a los segundos de esconderme. Mientras se iba, cogiendo al otro de la mano, reía y parloteaba.

Me empezó a hervir la sangre nada más verlo. Me puse la máscara, y agarré la red que llevaba preparada, por si alguna sirena decidía atacarme. No pensé en que después podría haberme sido útil. En ese momento, mi cabeza estaba en otras cosas, y no lo pensé dos veces antes de lanzarme, tumbarlo en el suelo, desvalijarlos y salir corriendo. ¿Qué hacía él aquí, a estas horas?


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Salí de casa de Rubius cerrándole la puerta en la cara a Akira.

No tenía ningún derecho a ponerse de aquella manera. Yo solo intentaba asegurarme de que Rubén estaba seguro. Pero ¡NO!, según ella, soy un obsesivo y un egoísta. Que le den.

Hecho una furia, volví hacia mi casa. Me maldecía por haber aceptado la oferta de Rubius. No debí haber estado allí aquella noche. Así Akira hubiera tenido tiempo de sobra, y cero distracciones, para ligar con él. ¡O tal vez Nieves lo hiciera! ¿Quién sabe? Llegados a este punto, seguro que entre ellas se mataban por él.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora