HOJA DE RECLAMACIONES

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Si de algo me había servido esta pequeña incursión, era para darme cuenta de la completa inutilidad de la policía de Karmaland. Tendría que hablar de eso con Alexby cuando encontrase un momento oportuno... y cuando estuviese seguro de que no habría posibilidad de que comenzase una tanda de preguntas que yo no quería responder.

Se le daban demasiado bien los interrogatorios.

Para mi buena suerte (y probablemente desgracia del pueblo) los policías que me atraparon, al borde de la caída que me esperaba en el puerto, eran unos completos inútiles. Bien por mí.

Después de que llegasen a la conclusión de que interrogarme con la máscara puesta, y no quitármela hasta pasado el juicio, era una buena idea, supe que mi reputación estaba a punto de hundirse por haberme dejado atrapar por semejantes animales de granja. Su argumento era que de ese modo el juez sería completamente justo. Evitaban imparcialidades, y el suspense por conocer mi identidad iba a ser todo un bombazo... bueno, alguien debería decirles a aquellos tipos que la vida no es una serie de televisión. Y mucho menos una historia de wattpad.

Mirándolo por el lado positivo, al menos tendría una oportunidad de salir ileso de aquel lío y, ya puestos, no iba a quejarme.

Mientras cuatro polis me sujetaban y cerraban las esposas alrededor de mis muñecas, otros dos informaban por la radio que "el sujeto enmascarado número 1 que deambulaba por la playa está bajo arresto".

Suponía que unos cuantos agentes cargados de linternas, y un par de barcos, saldrían en busca de Vegetta. Solo esperaba haberle dado el tiempo suficiente para escapar, después de haberlo empujado por una barranco al mar, en una caída a la que yo sabía que sobreviviría perfectamente, pero de la cuál él no estaba tan seguro...

Vale, definitivamente sonaba mejor en mi cabeza.

Me dejé llevar hasta el coche de policía, sonriendo cuando, a lo lejos, vi a un par de polis más arrastrar a los dos individuos que Vegetta y yo habíamos noqueado.

Empezaba a temer seriamente como sería jugar un partido de béisbol con Vegetta. Probablemente daría el primer golpe, y después no encontraríamos la pelota en semanas.

Esos eran mis pensamientos mientras las sirenas del coche de la policía se encendían, y el conductor de dirigía a toda velocidad hacia la oficina y las cárceles.

Cuando me abrieron de nuevo la puerta, ya frente al edificio de la comisaría, no pude resistir el impulso de dirigirme a un guardia, y tenderle las esposas que me había quitado por el camino.

- Disculpe, no son de mi talla – Comenté, sonriendo aunque no me viesen – tendré que poner una reclamación por su pésimo servicio al cliente.

Y con eso entré en comisaría, con otros tres polis pisándome los talones.

Me llevaron a la prisión inmediatamente. Alegaban que el interrogador les había prohibido llamarle en medio de la noche al menos que tuviesen un código rojo. De lo contrario se encargaría de que los despidiesen. Y dado que yo no era una alerta máxima, habían optado por dejarlo para el día siguiente.

Sabia decisión. No sería la primera vez que Alexby expulsaba a alguien por incompetente, y por despertarlo a las cuatro de la madrugada.

Llegamos hasta la celda, y me abrieron la puerta. Por desgracia para mí, el sitio había resultado ser mucho más impenetrable de lo que recordaba (malditas reformas de la alcaldía, Lolito voy a por ti... otra vez). Y tampoco es que hubiese muchas posibilidades de escape en el rincón (al que llamaban celda) que me habían asignado.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora