UN BESO AL PIANISTA

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Me desperté con el timbre de la puerta.

Salí del mundo de los sueños más rápido de lo que recuerdo haber hecho nunca. Abrí los ojos de golpe, y con un movimiento brusco, me caí rodando del sofá.

Casi me abrí la cabeza con la mesita de enfrente.

Me puse en pie, intentando entender lo que ocurría. ¿Dónde estaba? ¿Quién era?

Ah, sí. Soy yo y estoy aquí.

Me froté los ojos. Había empezado a ver luces por toda partes y la vista se me había emborronado.

Eso por levantarme de golpe.

Me miré rápidamente en el espejo que había colgando de una de las paredes del salón/lugardondeveíacompulsivamentelatele. Tenía todo el pelo revuelto, legañas, la ropa arrugada y cara de muerto.

El timbre siguió sonando.

Miré hacia el comedor. Genial. Vegetta estaba tirado de cualquier manera en el sofá, boca abajo, con la manta a un lado en el suelo, y el pelo aplastado contra los cojines. Y por supuesto, completamente dormido.

Entré en pánico. La puerta no dejaba de sonar, y yo (aparte de parecer un zombi), tenía a un chico durmiendo en el sofá de mi casa, que se veía desde la entrada.

Traté de peinarme el pelo y alisar la ropa todo lo rápido que pude. ¿Quién era a estas horas de la mañana?

- ¡Ya voy! - Grité, mientras me precipitaba hacia el salón.

Cogí la manta del suelo, y cubrí completamente a Vegetta, que ni se inmutó. Sin embargo, ahora parecía que estuviese escondiendo un cadáver. Me las ingenié para hacer que la manta estuviese tirante sobre el respaldo del sofá, y quedase un hueco entre el cuerpo de Vegetta y la manta.

Iba a parecer que tenía un gusto pésimo por la decoración, pero mejor eso a que se pensaran que estaba cubriendo a un muerto.

Abrí la puerta sin pararme a mirar primero quién había al otro lado.

- ¡Hola! ¿Qué tal la...? - Y Akira dejó la frase a medias - ¿Te encuentras bien?

- ¿Yo? ¡Claro! Por supuesto, ¿por qué iba a encontrarme mal? ¿por qué iba a estar nervioso? ¿o dar explicaciones que no me han pedido?

Akira parpadeó.

- ¡He dormido de put4 madre y no estoy escondiendo un cadáver! ¿Lo entiendes! ¡Pues eso! ¡Y nadie puede acusarme de lo contrario!

La chica parecía estar decidiendo si largarse corriendo, o sacar una pistola por si las dudas.

- Esto... ¿Vale? ¿Supongo? - Contestó ella.

- ¿Qué haces aquí? - Pregunté entonces, suspirando.

- Eh... ¿lo mismo que cada mañana los días impares? ¿Hola? ¿Está ahí Rubén? Porque me gustaría hablar con él y no con el zombi mutante, gracias.

¡JA! ¡VES! Sabía que tenía aspecto de Frankenstein. Al menos, esa mañana.

Por otro lado... ¡CIERTO! ¡LAS CLASES DE NIEVES!

Eso también quería decir que Nieves podría haber abierto la puerta...

Me di un palmetazo en la frente, y Akira me volvió a mirar como si temiera que me estuviese volviendo loco. Pero entonces, para mi suerte, se escucharon unos pasos bajando la escalera de mi casa.

- ¡Kira! - Saludó Nieves por detrás, acortando su nombre.

La chica en la puerta sonrió, mientras yo abría un poco más la puerta.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora