NO JUEGUES CON FUEGO

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La cabeza del oso se había quedado completamente en blanco. Su espalda acababa de chocar contra el suelo de madera de la casa del árbol. Tenía sobre él al chico de ojos morados, con las manos enterradas en sus hebras castañas, completamente inclinado sobre él.

El oso puso sus manos en las mejillas del chico, atrayéndolo, si es que era posible, todavía más. Un suspiro brotó de sus labios en cuanto el contacto se rompió por la falta de aire.

Se miraron unos segundos. Rubius a sus ojos morados. Vegetta allí donde debían estar los del oso, tras la máscara que lo mantenía todavía oculto.

En ellos había algo más que simple atracción. Sin embargo, esa emoción se evaporó rápidamente.

- Perdona... - Murmuró Vegetta, temblando unos segundos, mientras se alejaba del pecho del oso y hacía un intento por apartarse - No quería... he sido... - Suspiró, evitando mirarle - ...muy impulsivo. Losiento, yo no...

Rubius se incorporó rápidamente, agarrándole la muñeca.

- Eh, no hay nada por lo que disculparse.

- Pero...

- ¡Vamos! Lo he empezado yo. No he hecho nada que no haya querido.

Los ojos de Vegetta bajaron a sus manos. El oso, con los guantes en forma de triángulo puestos, le acariciaba el dorso. Una leve sonrisa apareció en sus labios. Una tranquila y genuina.

- Me encantas - Murmuró, casi en un susurro.

A Vegetta la respiración se le cortó unos instantes. Retuvo el aire contra sus pulmones. Y entrelazó sus dedos con los del oso.

- Esto es surrealista - Dijo él con una risita.

El oso se mordió los labios, que se le habían quedado un poco rojos después del beso.

- ¿Puedo...? - Empezó a preguntar.

Pero Vegetta no le dejó terminar de hablar.

- Sí. Sí que puedes.

Los dos chicos volvieron a acercarse el uno al otro. Con cuidado, con precaución. Pero con un ansia escondida en lo más hondo de sus corazones.

Y sin embargo, cuando estaban ya a centímetros de distancia, y sus respiraciones se entremezclaban...

¡FUUUUUUUUUUM!

Una flecha pasó entre los dos, que se apartaron inmediatamente, con un brinco, como si se les hubiera activado un resorte. Se clavó en la pared de madera.

- ¿Pero qué mierdas? - Gritó el oso, mientras se levantaba.

Vegetta se acercó hacia el hueco de la casa del árbol, por donde aún podía verse el exterior.

El oso arrancó la flecha del tablón.

- Ay no... - Escuchó murmurar a Vegetta, antes de que el chico esquivara una segunda flecha.


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- ¡Tenemos que largarnos! - Grité, en cuanto vi al pelotón de arqueros esqueleto que se acercaban a la cabaña.

Mal momento para no llevar una espada encima.

- ¡¿Pero qué pasa!? - El oso trataba de arrancar la segunda flecha que había impactado contra la pared, después de que yo la esquivase.

Eché un vistazo rápido a mi alrededor, intentando pensar con claridad. Si bajábamos por la entrada de la casa del árbol, caeríamos de bruces contra los arqueros. Nos matarían.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora