CONOCERTE UN POCO MÁS

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Negro. Todo se había vuelto negro. Estaba cayendo en un bucle de oscuridad sin fin, pero ya no oponía ningún tipo de resistencia. Si la negrura tenía que tragarme, que lo hiciera entonces. No pensaba en nada. No sentía nada. Y no veía nada.

¿Estaba muerto? Lo parecía. Sin embargo, no veía una luz al final del túnel. Entonces ¿era un coma? Porque me sentía como rodeado de la nada.

Hasta que de repente, noté un suave contacto. Un calor repentino en los labios. ¿Qué era? ¿De dónde venía? Intenté aferrarme a eso, pero de repente, se desvaneció sin más, llevándose consigo la mitad de la oscuridad que me rodeaba. Notaba los pensamientos volver a mi cabeza, y una oleada de emociones invadirme de repente.

Una sacudida. Algo apretando mi mano. Un calor que volvía a mi pecho.

Bum-Bum.... Bum-Bum... Bum-Bum...

Mi corazón bombeando sangre, con cada latido.

Mis ojos volvieron a la vida de improviso, los abrí repentinamente, mientras sentía como mi cerebro, y mis recuerdos, se asentaban. Alguien me había sacudido, y me trataba de despertar. Tenía los ojos vidriosos, y no veía muy bien, pero su mano apretando la mía, su actitud protectora mientras me sostenía, en el suelo, sobre él; y su otra mano sobre mi pecho, tratando de encontrar los latidos de mi corazón... me recordó a aquella noche en el lago.

Tosí abruptamente. Convulsioné un poco, mientras él me mantenía sujeto. Traté de ponerme recto, sintiendo como perdía el control sobre mi cuerpo. Empecé a sentir unas náuseas terribles, mientras todo daba vueltas. Me soltó para no agobiarme, mientras yo hacía un esfuerzo para mantenerme a gatas.

Temblé por un momento, sabiendo lo que venía después. Noté como Vegetta agarraba algo corriendo, y me lo plantaba delante. Me aseguré de que la máscara estaba por encima de mi boca, bien colocada, tan solo un segundo antes de aferrarme al cubo que me había dejado, y vomitarlo todo.

Noté como el alcohol me quemaba la garganta mientras lo echaba, junto con cualquier rastro del veneno de la baya.

Mi mente aún no podía concebir que hubiese tenido un intento de suicidio...

Sabía que era por el alcohol. Yo jamás habría intentado quitarme la vida, por muy duras que fueran las condiciones. Sin embargo, no fue hasta más tarde que leí las advertencias del vino que había cogido. Sabía que era muy, muy fuerte. Pero no era consciente de que tanto, como para hacer que quisieras quitarte la vida.

Cuando noté que me quedaba vacío, mi cuerpo empezó a temblar. Cerré los ojos, apretándolos, mientras mi boca se cerraba en una mueca terrible.

Una mano se posó en mi espalda, y Vegetta me tendió un trozo de tela. Pero con los temblores, y las lágrimas queriendo salir, no había manera.

Captándolo al momento, él apartó el cubo y me ayudó a limpiarme.

- Acabo de mirar la réplica del libro que tienes más a mano. – Me dijo de repente – Tienes que enjuagarte la boca para que se vaya todo el veneno. Y después pasar un paño.

Asentí, temblando, mientras él me traía un vaso de agua, y un pañuelo de tela.

Me sonrió con dulzura, y yo hice lo que me había dicho. Entonces se apartó de mi lado, fue hasta la mesa, y cogió las bayas que había sueltas todavía. Lo observé mientras las recogía todas. Se acercó a la chimenea, y las arrojó al fuego que había encendido.

Se sentó a mi lado, y yo dejé el vaso y el paño, cuando hube terminado. Había algo que me extrañaba. Algo que no solía hacer Vegetta.

- No llevas la máscara – Dije, más bien preguntando que indicándoselo.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora