UNA ROSA MARCHITA

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Rubius volvía a casa.

Su pequeña salida para restregarla por la cara a Vegetta que sabía que era el lobo, estaba más que concluida. No podía sacarse de la cabeza la expresión que puso en cuanto se dio cuenta de que le había descubierto.

Río, mientras atravesaba el bosque a toda velocidad.

Ahora que sabía su identidad, no tenía muy claro como sentirse al respecto. Parecían dos personas muy diferentes, y sin embargo, se regañaba a sí mismo por no haber entendido algunos detalles, que hacían tan obvio que era él aquel lobo francés.

No, corrección.

Aquel falso lobo francés.

Realmente esperaba que Vegetta ya no se esforzara más imitando el acento. Puede que supiera hablar francés. Pero no tenía lo que se dice un "don" para copiar la voz.

Siguió su marcha, pensando en la fiesta que volvería a haber esa noche. No sabía si los demás cumplirían su promesa de no traer alcohol pero, él, al menos, no tenía pensado llevar.

Después de ver los efectos en Vegetta, no quería volver a pasar por la misma experiencia. Y había aprendido a las malas, que no le gustaba perder el control de sus acciones por ir bebido.

Suspiró. Que la fiesta la estuviera organizando Lolito, con ayuda de Mangel, y el hecho de que fueran a anunciar algo, no lo tranquilizaba.

De hecho, estaba asustado. Mucho. Temía que la fiesta de esa noche tuviera la misma función que la del día anterior. Anunciar el inicio de una relación.

Mangel... ¿En que momento se habían terminado distanciando? ¿Cuándo habían perdido el contacto? ¿Y por qué? ¿Era culpa suya? ¿Acaso podría haber hecho algo para mantenerlo a su lado?

Por desgracia, el ya conocía la respuesta a todas aquellas preguntas. Y sabía que la contestación no le iba a gustar. Quizá por eso no se la quiso dar... a si mismo.

Se paró en seco un momento.

¿En qué momento el camino de vuelta se había hecho tan largo? ¿Y porqué el bosque parecía más frondoso? Miró a su alrededor unos instantes, para darse cuenta de que, con tantas cosas dando vueltas en su cabeza, había terminado pasando de largo su casa, y había llegado mucho más lejos.

Con un bufido, empezó a trepar un árbol, para poder ver con más claridad donde estaba exactamente. Su sentido de la orientación no era malo, pero había estado tan ensimismado en sus pensamientos, que ni siquiera sabía donde había ido a parar.

Trepar hasta la copa le llevó apenas 1 minuto, teniendo en cuenta que había escogido el árbol más alto, para tener mejores vistas.

Supo inmediatamente donde estaba. Había pasado de largo, y había terminado cerca de la casa de Lolito.

- "Genial" – Pensó para sus adentros.

¿Acaso no había un lugar mejor?

Unas risas llegaron hasta sus oídos... otra vez.

Siempre se los encontraba de la misma manera, con los dos riendo y murmurando, corriendo y haciendo quién sabe que cosas. Pero con carcajadas puras llenas de alegría y felicidad. Sabiendo que el otro compartía los mismos sentimientos.

¿Acaso esos dos iban a estar juntos para siempre o qué?

El oso no podía negarlo. Por más que a veces quisiera. Su corazón seguía latiendo por Mangel, y si había alguna esperanza de que Lolito y él no estuvieran juntos, si había la más mínima remota posibilidad de que, de algún modo, se enamorara de otra persona (a ser posible de él), definitivamente iba a aprovecharla. No iba a dejarla escapar tan fácilmente. Ni iba a abandonar sus sentimientos.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora