AHOGADO

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Ese idiota ¿no había traído protección?. Conforme me fui acercando a él, mientras corría hacia la laguna, vi unos cascos hechos trizas en unas rocas. De acuerdo, tal vez no era tan tonto. Pero entonces ¿cómo había acabado así?

Me zambullí en el agua cuando terminé mi carrera hasta la orilla, y nadé todo lo rápido que pude hasta el oso. Lo agarré de los brazos, reteniéndolo, mientras le gritaba cerca del oído, para que volviera a la realidad. Y en cierto modo, también para que dejara de escuchar a la sirena.

Por supuesto, fue completamente inútil. Solo conseguí que el oso siguiera avanzando sin prestarme ningún tipo de atención. Ah, pero que él no se interesara, no quería decir que unos horripilantes y viscosos monstruos con ancas de rana, tampoco lo hicieran.

Solté al oso, y desenvainé mi espada. Pero en el agua era muchísimo más difícil pelear. Además, me llagaba ya hasta el pecho. Nade todo lo rápido que pude hasta unas rocas, donde los monstruos empezaron a trepar para alcanzarme. Bueno, eso algunos. Los otros parecieron hacer de seguratas para el oso, mientras este empezaba a hundirse hasta el cuello.

El pánico empezó a invadirme. Necesitaba una red para poder acabar con todo este lío. Una imagen de Lolito apareció en mi cabeza. Eh aquí donde estaba la red que había traído el oso. La había desperdiciado atracando a un par de personas. Muy normal.

Atravesé a un monstruo con la espada. Uno menos. Solo me quedaban como veintisiete. Escudriñé con la mirada todo a mi alrededor. El oso estaba a punto de ahogarse, y más sirenas habían aparecido, cantando para él.

Sinceramente, nunca he entendido esa ambición de las sirenas por ahogar a las personas ¿coleccionaban cadáveres o qué?

Me había quedado en blanco, viendo como una persona estaba a punto de morir bajo el agua, y como más monstruos empezaban a rodearme. ¿Realmente no había nada que pudiera hacer para salvarnos a los dos?

Noté un peso sobre uno de los bolsillos ocultos de mi traje, y recordé el pequeño tubo cilíndrico, de metal, que había recogido. Rápidamente lo saqué, le quité la hebilla, y rezando a todos los dioses de Karmaland por que tuviera una onda expansiva muy grande, la lancé al medio de la laguna. Activé las gafas de visión, e inmediatamente noté como la granada de humo cegaba todo, y una niebla densa nos envolvía.

Soy consciente de que las granadas de humo se utilizan para hacer señales y cosas de esas. Pero este tipo de granada creaba una onda expansiva que dejaba una niebla muy densa alrededor del lugar donde se lanzaba, por varios minutos. Por eso me había extrañado tanto encontrar una. Son muy raras en Karmaland.

No malgasté ni un segundo de esos preciados minutos, y con la visión de lobo nocturno, terminé con todos los monstruos viscosos que había acechándome, y tratando de matarme.

Era mucho más fácil cuando estaban aturdidos, y casi ciegos, por la niebla.

El problema llegó cuando tuve que encontrar al oso. Como no escuchaba a las sirenas cantar, no sabía exactamente en que parte del lago estaba, y aunque mi visión era bastante potente, no llegaba a todas partes.

Por un momento pensé en quitarme uno de los tapones, pero eso podría ser un suicidio, así que simplemente me tragué mi preocupación y la angustia que me subía por la garganta, y traté de no entrar en pánico.

- "Piensa Vegetta, ¡piensa!" - Me decía a mi mismo internamente. Después me di cuenta de lo estúpido que estaba siendo, buscando al oso entre la niebla, cuando podía buscarlo por debajo de agua, con la máscara de lobo nocturno, y lo vería perfectamente.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora