ALIANZAS Y GOFRES

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Corría sumido en medio de la negrura de la noche. Llevaba puesto mi traje de lobo nocturno, y la llave de oro colgada al cuello, con una nueva cuerda dorada que le había puesto.

Al salir del archivo esa mañana, me había quedado consternado. Osea, sabía que el oso era un ladrón, pero ¿tan mal había escondido Rubius su llave? ¿Cuándo se suponía que debía protegerla a toda costa? Demasiadas preguntas. Todo era muy extraño. Sin embargo, ahora que sabía que no era suya, no pensaba devolvérsela al oso. Le dejaría pensar que la había perdido, y se la daría a Rubén.

Al fin y al cabo, él era su dueño.

El dibujo que encontré en la carpeta de Rubius asaltó mi mente, y todo colapsó. Era un puzle con demasiadas piezas... y ninguna de ellas tenía sentido todavía.


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Mierda.

Después de volver a casa y que Nieves se echara desesperadamente a mis brazos, la había convencido de que volvía a estar bien. Era el mismo Rubius de siempre... o eso quería creer. Lo cierto es que algo en mí había nacido. No es que antes no estuviera allí, si no que había empezado a crecer sin control.

-"Vegetta..." – Susurró una voz dentro de mí.

Intenté reprimirla mientras subía a mi habitación, y me encerraba allí. Suspiré mirando lo destrozado que había dejado el dormitorio... aquello me llevaría un tiempo repararlo.

Nieves y yo pasamos toda la mañana arreglando el cuarto lo que pudimos, sacando muebles rotos y juntando piezas destartaladas. Al final optamos por reformar la habitación desde cero, así que bajamos juntos hacia el centro del pueblo, y encargamos un par de cosas. El resto lo haríamos nosotros.

Nieves dijo que quería ir a por unos gofres, y yo aproveché para ir al archivo esa tarde, y guardar los datos de los encargos que había hecho. Por si los necesitaba más adelante. Sin embargo, cuando me llevé la mano al pecho, para palpar la llave detrás de la tela de la sudadera... no estaba. No encontré ni rastro del pequeño objeto de oro.

Intentando mantener la calma, fui a coger la cadena que llevaba colgada del cuello. Pero simplemente no estaba allí. Un ligero mareo se apoderó de mí, y un pitido fuerte tronó en mi cabeza. Había perdido la llave. Mi llave de héroe.

Mierda.

Me iban a matar.

Quién sabe lo que podría pasar si decía que la había perdido. Como mínimo, me caería una bronca increíble de Merlón, pero es que era incluso probable que me sacaran del grupo de los héroes durante un tiempo.

Me senté e intenté que el aire fluyera con tranquilidad. Traté de pensar con claridad.

La llave no podía haber desaparecido sin más, y tampoco creía que me la hubieran robado. Debía habérseme caído en el bosque, en la cueva o cuando me dio uno de los arrebatos en mi casa. Sin embargo, Nieves y yo ya habíamos puesto la habitación patas arriba esa mañana con la reforma. Era imposible que estuviera allí.

- "Vale" – Pensé para mí – "Esta noche saldré e iré a la cueva. Buscaré la llave por todas partes y, si no la encuentro, mañana recorreré cada centímetro del bosque hasta dar con ella."

Un lado de mí quería seguir siendo optimista, mientras que otro ya se había rendido. Suspiré, y traté de aferrarme a los buenos pensamientos. Era eso... o plantarme delante de Merlón, y contarle lo que había pasado.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora