Capítulo 2

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Entramos a un bar en donde habían varios hombres que tomaban alcohol junto a mujeres sentadas sobre sus faldas y otras les bailaban sexualmente

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Entramos a un bar en donde habían varios hombres que tomaban alcohol junto a mujeres sentadas sobre sus faldas y otras les bailaban sexualmente. Hago una mueca de disgusto. ¿Será que me estoy volviendo una santurrona o ya mi mentalidad cambió? Porque ahora mismo no me sentía a gusto en este lugar y ya no era como antes.

Antes de la muerte de mis padres venía con Ámbar; pero eso sí, nunca bebía alcohol. Porque no me gusta el sabor de las cervezas, ni de los tragos y si he probado de todo un poco; pero nada hasta el momento me gusta. Rápidamente busqué con la mirada una mesa vacía y tomé asiento junto a Ámbar.

—Oh Dios, ¿porqué me trajiste a un bar de mala muerte y es que no había otro mejor? —hable en voz baja y solo para que Ámbar me escuchara perfectamente. La música alta inundaba todo el lugar y habían tantos lugares más bonitos en esta ciudad. Y a mi amiga se le ocurrió escoger el peor de todos. 

—Bueno no es el mejor, pero aquí vienen muchos hombres de nuestra edad y que están como quieren.

—Te faltó añadir: "y con guille de maleantes". —le contesté haciendo comillas con mis dedos y ella me sonrió.

—Pues sí, porque sabes que eso son los más que me gustan. —me confiesa y le niego con mi rostro.

—Deja que te ponga una pistola en la frente, haber si ese día vas a seguir pensando lo mismo y es que puedo estar segura que en ese momento te arrepentirás. 

—Ay Amarilis, deja de ser tan exagerada por amor a Dios y de seguro estos hombres ni siquiera matan una mosca.

—Exagerada no, yo soy realista que es muy distinto. 

—Tranquila que solo nos sentaremos aquí a observar el ambiente y de haber algo extraño. —Mira a mi lado derecho y luego me señaló una puerta. —Podemos salir corriendo por aquella puerta y es que crees que no sé lo que hago. —Habló Ámbar y giro mi rostro hacia la puerta. 

Oh Dios mío, qué hombre más guapo acababa de entrar a este bar y comencé a observarlo de pies a cabeza. Ese hombre acaba de soltar una sonrisa coqueta y que sonrisa más bella tenía él muy maldito.  

Aquel hombre era de tez blanca, ojos marrones, creo, no logro verlo bien por la oscuridad del bar y su pelo negro. Luego me detuve a observar su ropa, venía vestido con una camisa azul clara abierta un poco en su pecho, unos pantalones de mezclilla y unos tennis negro.

Todo en ese hombre combinaba a la perfección y ese color de piel exquisito. 

—¿Qué tanto observas hay? —Habló Ámbar llamando mi atención y giré mi rostro hacia ella.

—Nada. 

Luego de esto volví a observar por el bar, pero me detengo otra vez en ese hombre y... Que desperdicio que ande con todos esos hombres armados y con guille de maleantes. Al instante el subsodicho volteó su rostro hacia mí, me sonrió y yo volví a voltear la cabeza hacia Ámbar. 

¿O eso es mucho pedir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora