La comida había transcurrido en completo silencio y en cuanto terminamos nuestros platillos tuve que preguntarle a Amarilis que si quería ordenar algún postre lo cual me contestó que no. Al contrario me sorprendió cuando me pidió que nos fuéramos del lugar y eso hicimos.
No voy a mentir al decirles que me gustó que dijera que no y es que ahora no veo la hora de saborearme todo su cuerpo. Lo único extraño de todo esto, es que la tigresa se ha mantenido en completo silencio y esto me da una sensación algo extraña.
Aunque no entiendo mi sensación de incomodidad, ya que al subirnos a la camioneta recostó su cabeza sobre mi hombro y yo tuve que pasar mi mano por su espalda para darle más comodidad. Solo puedo decir que luce extraña y me preocupa no saber en qué tanto piensa.
En todo el camino hacia el hotel, las únicas voces que se escuchaban eran las de Leo y Ali que conversaban sobre deportes. Porque ellos tienen prohibido hablar de negocios delante de mi mujer y menos de lo que pasó en la casa esta tarde. Amarilis se levantó de mi pecho y luego la observó removerse en el asiento hasta lograr sentarse sobre mí.
Aprovecho para subir ambas piernas al otro lado del asiento y luego terminó colocando su cabeza sobre mi pecho. A los pocos segundos comenzó a acariciarme mi tatuaje del brazo y sonrió dejándole un beso sobre su cabello. Pasó a rodear su espalda con mi otra mano y la mantengo sobre su cintura.
—¿Por qué tienes el nombre de una mujer que se llama Karima tatuado en tu brazo? —me preguntó con algo de curiosidad mirándome a los ojos y sonrió para luego dejarle un beso corto antes de contestarle. Sin embargo, no sé como se había dado cuenta por la oscuridad del auto o al menos que lo hubiese visto en el restaurante cuando la rodee con mis brazos por su cintura.
—Así se llamaba mi mamá. —le contestó y ella suspiro, pero no se detuvo de acariciar mi brazo de manera sutil. Luego me volvió a abrazar y yo la rodeé con ambos brazos. —¿Te pasa algo, lindura?
—Bestia, estoy bien. —Hace una pausa para dejar de abrazarme y luego acerca su rostro al mío. —Es solo que quiero darte las gracias por cuidar de mí y de mi familia como lo estas haciendo. También quiero prometerte que no me quejaré más por tus hombres siguiéndome, pero solo será hasta que salgamos del peligro. —Sonrió de satisfacción al escuchar su confesión.
No pude decir nada, porque ella había cortado la distancia que no separaba unidos nuestros labios. Mis ojos se cierran en automático cuando la tigresa introdujo su lengua en busca de la mía y la dejó volver a marcar el ritmo de este beso.
Sin embargo, el beso no duró tanto, porque el auto se detuvo en la entrada del hotel y ella se separó de mis labios; pero esta vez de manera lenta y al final deja un beso corto.
—Bajemonos y subamos a la habitación. —le pido y ella se baja de mi falda haciéndose a un lado.
Al estar afuera de la camioneta tomó su mano para entrelazarla con la mía y comenzamos a caminar hacia la recepción. Amarilis observaba toda la recepción del lujoso hotel y a las personas que se encontraban detrás del mostrador con mucha curiosidad.
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¿O eso es mucho pedir?
De Todo¿Qué haría si a tus 21 años, pierdes a tus padres en una accidente automovilístico, te toca buscar un empleo de medio tiempo y para completar tienes que hacerte responsable de la custodia de tu hermana menor de 6 años? Todo esto me pasó a mí y en ta...