Capítulo 39

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—Quiero decirte que no tienes porque sentirte obligado a darme de comer o a permanecer junto a mí, si no te sientes cómodo con mi presencia o con lo que acabo de decirte

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—Quiero decirte que no tienes porque sentirte obligado a darme de comer o a permanecer junto a mí, si no te sientes cómodo con mi presencia o con lo que acabo de decirte. Te prometo que si te vas de igual forma seguiré comiendo. —confieso en cuanto termine de tragar la última cucharada que acababa de darme y que pude apreciar su rostro.

Mierda, sus ojos habían perdido completamente su brillo y aunque me regalara una que otra sonrisa no se parecían en nada a las que me regalaba al llegar. Porque está claro que ya no luce tan feliz y tan emocionado a cuando llegó. Ahora su mirada es de decepción y de tristeza.

Así que jamás podría pasar por alto ese hecho y desmerecer el cómo se siente por no querer quedarme completamente sola. Porque eso se llamaría ser egoísta y pues a mí no me gusta ser así con nadie. Es más, ni siquiera con mis propios enemigos he podido llegar a ser una perra egoísta en alguna ocasión.

—Jamás me llegaría a incomodar la presencia de la mujer que amo. —zanjó Adrián viéndome a los ojos y yo le niego con mi rostro incapaz de poder decirle lo contrario en voz alta. Así que por eso decidí que era mejor agradecerle el que estuviera aquí junto a mí y así poder desviar este tema de conversación tan incómodo.

—Gracias Adrián, te agradezco tanto el que estés aquí conmigo y también te agradezco mucho más el que sigas siendo tan bueno conmigo a pesar de yo haberme comportado como una maldita perra contigo... —confieso viéndolo a los ojos muy avergonzada. Adrián me interrumpe colocando su dedo índice sobre mis labios y yo suspiro.

—Caramelito, no eres una maldita perra. —zanja de inmediato y le sonrió de agradecimiento. —Nena, eras una mujer soltera que tenía todo el derecho de estar con el hombre que tú quisieras, pero solo me hubiese gustado que me lo hubieras dicho desde el momento en que lo conocistes. —me confiesa y trago muy hondo.

Porque es que sí, tiene todo el derecho de reclamarme esto y pues yo ahora no tengo cómo justificarme ante ese hecho. En el pasado tenía la justificación de que no le había dicho nada porque lo veía como una posibilidad para salir de la garras de la bestia, pero justo ahora ya eso no es lo que quiero hacer.

—Sé que lo hice mal y de verdad que lo siento mucho. —Reconozco algo arrepentida por haberlo ilusionado en vano y hacerlo venir hasta aquí para irse peor de lo cómo llegó.

—Caramelito, llevo claro que no siempre en la vida se puede tener todo lo que uno quiere, ama o desea. Así que no te preocupes por mí, porque estaré bien.— me promete con una sonrisa triste.

—En eso tienes razón, porque yo ahora mismo quisiera un abrazo de mi abuela, de mi papá y de mi mamá. Sin embargo, ya mas nunca podré recibirlos y eso duele. Duele mucho, Adrián. —confieso con mi voz débil a causa de las lágrimas que estoy derramando.

Él no tarda en tirar su brazo por detrás de mi espalda y yo aprovecho para terminar recostando mi cabeza sobre su hombro. A los pocos segundos, siento sus labios sobre mi cabello y trato de respirar para controlar mis lágrimas.

¿O eso es mucho pedir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora