Capítulo 3

131 12 4
                                    

—Ya puedo darme cuenta que no le tienes miedo a nada, ni a nadie y eso, me gusta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Ya puedo darme cuenta que no le tienes miedo a nada, ni a nadie y eso, me gusta. —Habló ese hombre.

—En la vida uno tiene que morir en algún momento y no es algo de lo cual hay que tenerle miedo.

Sí, debo callarme, porque me estoy haciendo la más valiente con este hombre y no sé, si ese hombre intente algo más conmigo.

—Eso es así, mi tigresa. —me responde y suelto un bufido.

—Me llamo Margarita, no tigresa. —le respondo mirándolo seriamente.

Si cree que le voy a decir mi nombre real se equivoca, porque no sé quién es este hombre y tampoco quiero descubrirlo. Bueno, aunque ya puedo imaginarme en qué trabaja y por eso, prefiero ocultar mi nombre real. 

El conductor estaba armado, al igual que los hombres de las camionetas que nos persiguen y es que yo ando al pendiente de todo.

—Me llamo Karim y siéntete afortunada, porque serás la única que tendrá el derecho de llamarme así. 

Mierda, debo resaltar que su nombre me parece hermoso y de nacionalidad árabe o marroquí. Deberé investigarlo en las páginas de la web y saber de qué nacionalidad pertenece ese nombre.

—¿Acaso me está coqueteando? —le pregunté de manera directa y sin apartar la mirada de sus ojos.

—Mi tigresa, pensé que ya te habías dado cuenta. —Habló ese hombre y suspiro.

—Que no soy tu tigresa y mejor llámame por mi nombre. —le vuelvo a repetir y sonrió ampliamente.

—No me gusta ese nombre para ti y prefiero llamarte tigresa. —Hablo seriamente y no digo nada más. Creo que es momento de callarme la boca y dejar de jugar a ser la más valiente.

—¿Y dónde está mi amiga? —le pregunto desviando el tema de conversación.

—Estamos por llegar y ahora no vuelvas a ese bar nunca más o al menos que sea conmigo a tu lado.

De inmediato la camioneta se detuvo, pude observar mi auto y a Ámbar al lado del mismo.

—Ni me lo tenías que decir, porque eso, ya lo tenía en mente. ¿AH? Y deberías dejar de pensar que no volveremos a ver, porque eso no sucederá. —dije abriendo la puerta, pero su mano me detuvo.

—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? —habla sonriéndome coqueto y yo le devolví la risa; pero la mía era cínica.

—Sí. —le contestó sin miedo alguno y él dejó un beso en mi mano.

—Mi tigresa no me hagas reír y espera noticias de mí, muy pronto. Ahora bájate de mi camioneta y ve a tu casa.

De inmediato me bajé del auto y me dirigí hacia Ámbar. Al llegar la abrace con mucha fuerza y puede ver como el auto de Karim se iba dejándonos solas en un estacionamiento de una tienda abandonada.

¿O eso es mucho pedir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora