—Por favor cálmate y deja de llorar, princesa. Porque esas eran armas de juguetes y ellos solo estaban jugando. —susurro en su oído con mucho temor, mientras la cargaba por el pasillo. Gustavo abre la puerta de la oficina de Karim al llegar y nos hace un gesto con la mano para que entremos.
—Sí, claro de juguetes. —zanja la abuela en voz baja pasando justo por mi lado para entrar a la oficina y respiro profundo.
¡Ay Dios mío!
No ve que yo estoy muy desesperada y angustiada por todo como para que ella se convierta en un estrés más.
—Señorita, yo me quedaré aquí afuera con este y no salgan de esa oficina hasta que yo les avise. —me informa Gustavo y entonces le asiento para después entrar.
De fondo se escuchaba a Karim cuestionándole a su padre el hecho de haber matado a su madre y luego se escuchó como ese ser tan espeluznante le había aceptado que sí. Entonces....
Es aquí cuando me doy cuenta de que la bestia no ha mentido con su historia de vida y que en efecto todo ha pasado justo como me lo ha dicho. Aparte de que esto me ha hecho entender de que mi hombre confía mucho en mí y de nada vale negarme a mí misma que todo mi ser también está confiando y creyendo ciegamente en él.
Suelto una pequeña sonrisa al recordar lo dichosa que me siento y lo feliz que me hace el recordar el como la bestia se estaba comportando este día. Y si no llega a ser, por la llegada de ese ser tan espeluznante, de seguro hubiese sido una extraordinaria noche y recordar a ese ser me hace apartar mi sonrisa.
Definitivamente me estoy volviendo loca, porque es que me estoy sonriendo en un momento estresante y de mucho peligro. Pero vamos, más vale reír que andar llorando como una magdalena o andar comiéndome las uñas a consecuencias de estos nervios que traigo encima.
Niego con mi rostro y pasó a sentarme junto con Dalia entre mis brazos sobre el sillón. Claro que la he continuado meciendo como si fuera una bebé, haber si lograba calmarla y que dejase de gritar al llorar.
Me estresa mucho más el que aquí dentro no se escuche nada del ruido de afuera y es que solo se escuchaba los gemidos de llanto de mi princesa Dalia. Porque está niña continuaba llorando sin parar y por está razón, es que estoy comenzando a cuestionarme a mí misma.
Me estoy cuestionando el hecho de no saber si la decisión que tomé de dejarlo entrar a nuestras vidas ha sido la acertada o simplemente me equivoqué al seguir mi corazón. En vez de poner el bienestar de Dalia por encima de mis propios intereses y mis sentimientos. Y lo más difícil de todo esto es que ya no sé, si todavía tengo tiempo de irme o si la bestia estaría dispuesta a dejarme ir sin tener que huir por el resto de mi vida.
Respiro profundamente apartando mis pensamientos y al fin decido tomar una servilleta de mi cartera para secar el rostro de Dalia que al parecer, ya se había cansado de llorar o mejor dicho gritar.
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¿O eso es mucho pedir?
Casuale¿Qué haría si a tus 21 años, pierdes a tus padres en una accidente automovilístico, te toca buscar un empleo de medio tiempo y para completar tienes que hacerte responsable de la custodia de tu hermana menor de 6 años? Todo esto me pasó a mí y en ta...