Capítulo 1

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Si existía algo que Addison Forbes Montgomery pudiera saber a la perfección, claramente sería el control de la natalidad. Desde las primeras clases de educación sexual que tuvo en la preparatoria, esas llenas de pudor, curiosidad y comentarios desafortunados de sus compañeros en plena adolescencia, hasta las largas capacitaciones que hizo en la especialización en obstetricia y ginecología, le enseñaron todo lo que sabía.

La cantidad de pacientes que atendía a diario a las que les recetó, explicó cómo funcionaba cada uno de ellos y les mostró todas las alternativas que existían. Pastillas, preservativos, parches, dispositivos intrauterinos, inyecciones, anillos, implantes...

Parecía una obviedad que ella, una cirujana doblemente certificada a nivel mundial y con décadas de experiencia, sabría como manejar este tema.

El problema era que a pesar de toda la experiencia y conocimiento que tenía, seguía atónita viendo cómo se acentuaba el color rojo de las dos líneas del test de embarazo que acababa de apoyar en el lavatorio.

Habían pasado solo cuatro días de retraso, lo cual para Addison era algo extraño. Su cuerpo siempre había funcionado como un reloj perfectamente calibrado. Veintiocho días exactos, ni un día más ni un día menos. Eso era lo que duraban sus ciclos. Y ella siempre estaba orgullosa de poder presumir su regularidad.

La idea de un posible embarazo se le cruzó por la cabeza el día anterior, cuando estaba recetando unos medicamentos para su paciente y al ver la fecha en su calendario notó que no había marcado nada este mes. Una vez que la chica salió de su consultorio, giró la página del calendario para ver que día marcó el mes anterior y se sorprendió al ver que este mes estaba retrasada.

"Okay, tranquila, son solo cuatro días puede ser estrés, falta de sueño, puede ser el maldito clima de Seattle afectando mi integridad física y mental o puede ser mi querido esposo detrás de una interna... o un bebé" —pensó.

Solo al final de su turno pasó por la farmacia del hospital para comprar un test de embrazo. Pero no se lo hizo esa misma noche, porque cuando llegó al trailer, se sorprendió de que Derek estuviera ahí sentado en el sillón con Doc apoyando la cabeza en sus piernas. Él parecía preocupado por la situación del perro, lo que la hizo preocuparse a ella también y olvidarse de que tenía un test guardado en su bolso.

Tomó en sus manos otra vez el test positivo y lo miró fijamente. ¿Cómo es que esto sucedió? Bueno, el cómo en realidad ya lo sabía. Pero... ¿Había tomado correctamente sus pastillas? Ya no recordaba con exactitud si las había tomado todos los días. ¿Las había guardado en su bolso los 2 días que se quedó de guardia el mes pasado? ¿Y que tal de la vez que tuvo la reacción alérgica por hiedra venenosa? ¿Que medicamento le recetó Bailey? ¿Había tomando antibióticos? ¿Y el día que Mark vino a Seattle, había tomado la pastilla después de llorar desconsoladamente por horas?

Ella sabía que la responsabilidad no era solamente suya. Ambos sabían que siempre es recomendable utilizar más de un método anticonceptivo por las dudas de que el principal falle, pero esa discusión había quedado obsoleta en el pasado cuando ambos quedaron de acuerdo en que Addison era lo suficientemente precavida como para tener descuidos. Una racha de más de 15 años sin embarazos sorpresa le habían dado una buena reputación ¿no es así? Además, en todo este tiempo...

—Addison, ¿cuanto más vas a demorar? —La voz de Derek detrás de la puerta la hizo dar un salto y olvidarse rápidamente de sus pensamientos.

—Yo...

—La cita con el veterinario es a las 9 a.m, si no te apuras vamos a llegar tarde. Aún necesito bañarme antes de salir. ¿Te falta mucho?

Addison guardó rápidamente el test en el bolsillo de su pantalón de pijama, tomó un trozo de papel higiénico y se secó las lágrimas que inevitablemente habían brotado de sus ojos. Abrió la puerta del baño y Derek estaba mirándola impaciente.

Baby StepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora