Capítulo 32

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Addison sabía que, como profesional, realmente conocía todo y quizás más acerca del parto. Por supuesto que lo sabía, tenía títulos enmarcados y colgados en su oficina que lo avalaban.

Era una de las únicas ocho personas cualificadas para practicar obstetricia, ginecología, cirugía fetal y neonatal a nivel mundial. No necesitaba de un curso hecho por doulas o meditadoras para saber cómo funcionaba el proceso de traer un bebé al mundo. Lo había estudiado en los primeros años de universidad, y en las rondas de obstetricia en su residencia. Y por supuesto, tuvo que estudiarlo y rendirlo en el examen para ser médica titular. Y como siempre, su calificación había sido la más alta de toda la clase.

Lo sabía. Pero por otro lado, ella nunca había hecho eso. El trabajo más duro. Si, había visto cientas y cientas de mujeres atravesar por eso y ser ella la que las ayudara en el parto, pero sentirlo en carne propia, jamás.

Después de hablar con Derek decidieron buscar una clínica amigable para ver de qué se trataban y si realmente valían la pena las clases de preparación para el parto. Quizás podían aportarles algo más allá de su perspectiva médica.

—Y aquí es... —dijo Derek estacionado el automóvil cerca de la clínica.

—¿Y si nos vamos? Hay muchas cosas más productivas que podríamos hacer lejos de aquí.

—Addie, tú querías venir.

—Estoy empezando a arrepentirme...

—Vamos, no puede ser tan malo.

—¿Y si comienzan a hablar de recetas para cocinar tu propia placenta? ¿O hacen ridiculeces como llenarte la panza de yeso para tener una pieza rígida totalmente inútil y ridículamente grande?

—¿Eh?

—Mis pacientes, algunas lo hacen, son tendencias...

—En la página web decía meditaciones y ejercicios con la pelota de dilatación. No creo que cocinen placenta ahí dentro.

—O preparen joyas con mechones de cabello, leche materna y cordones umbilicales.

—No entiendo de lo que hablas.

—Por supuesto que no, tu trabajo es abrir cerebros no vivir rodeado de embarazadas. Odio las embarazadas, me acosan todo el tiempo.

—Eres obstetra... —dijo mirándola con una ceja levantada.

—Si, pero estoy embarazada. ¡Y me hacen sentir culpable de no querer tener un collar con las uñas del bebé en el dije!

Derek suspiró al ver que ella comenzaría a llorar.

—Escucha, no sé de qué estás hablando, no importa que digan otras embarazadas ni que modas absurdas estén haciendo. No te hace mejor ni peor madre eso. No te sientas culpable por no querer comer placenta, Dios, ¿que no es canibalismo?

Addison se rió y asintió con la cabeza.

—Se ha comprobado que su ingesta trae beneficios para el cuerpo de la madre...

—Bueno, pero no te pasará nada ni a ti ni a la bebé si no lo quieres hacer. No estás obligada a ello. Vamos, veamos que se trata, riámonos de las locuras de la gente. Si están muy dementes, nos vamos.

—¿Si?

—Si, no te tomes esto como una obligación. Divirtámonos un rato. Como dijiste antes, lo esencial ya lo sabes. Veamos que cosas podemos aprender aquí.

Ella se mordió el labio inferior nerviosa y desabrochó su cinturón de seguridad. No seguía del todo convencida.

—Vamos, ya es la hora.

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