Capítulo 38

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El año 2007 había llegado, y con el trajo muchos cambios. Addison estaba atravesando el síndrome del nido, una necesidad irrefrenable de limpiar, ordenar, decorar y poner a punto la habitación de la bebé y el resto de la casa. En los primeros días del mes, habían ido, finalmente, a comprar sus muebles y el resto de cosas necesarias.

Derek se encargó personalmente de tomar el destornillador eléctrico y armar todo el mobiliario de la habitación de la bebé. También había insistido en pintar el cuarto de rosa pastel. Addison lo encontraba ridículo al principio, ya que siempre se había manifestado en contra de los colores por género, pero una vez que la vio terminada, acabó gustándole.

La cuna estaba en el cuarto de ellos, así como habían decidido con anterioridad. Tenía barrotes de madera color blanco, con algunos cajones con tirantes rosados, también pintados por su padre. Sábanas y edredón bien mullido color crema con patrones de bebé. Y arriba, varios peluches, regalos de sus muchas tantas tías y tías postizas.  

Addison estaba por llegar a las 40 semanas y todavía no había señales que indicaran que la bebé llegaría. Habían tenido un pequeño susto el 13 de enero, en el cumpleaños de Derek. Quizás había sido la ansiedad o el temor de que naciera justo ese día lo que la tuvo nerviosa, pero al final, solo fue una falsa alarma que casi los lleva al hospital. Después de eso, nada.

Ella sabía que era normal que las primerizas demoraran un poco más, por lo que tenía que aceptar, pese a su voluntad, que este proceso quizás se estiraría unos cuantos días más. Derek le había conseguido una pelota de pilates para que practicara ejercicios de dilatación, pero tampoco parecían dar resultado.

"Es hija de Derek, por supuesto que se hará rogar" pensaba Addison.

—¿Lista para ir a la última ecografía? —preguntó Derek entrando a la habitación.

—No sabes si será la última, quizás nos hace esperar una semana más.

—En dos días es la fecha probable de parto. Quizás la tengamos aquí antes de mañana. Quizás la tengamos aquí en tres horas.

—Derek, esas cosas solo pasan en películas. El trabajo de parto dura muchas más horas. En las primerizas aún más —le estiró una pierna para que le atara los cordones de sus borcegos.

—Pero aún así, podría nacer hoy —ató el primer pie y luego el otro.

—Podría...

—¿Vamos? —dijo ofreciéndole la mano para ayudarla a levantarse.

—Vamos.

—Con respecto a la semana pasada, la bebé ha subido 120 gr, teniendo un peso ahora de casi 3,500 kg. Un muy buen peso.

—Dios mío, ¿como se supone que voy a sacar un bebé tan grande por aquí abajo? —dijo Addison apretando los ojos de solo imaginarse.

—Tranquila, el cuerpo es sabio. Vas a poder con eso.

—Si fuera sabio mi cuerpo, no hubiera permitido jamás que llegara a este punto.

—Estas casi por llegar a la fecha probable de parto. De ahí, lo que podemos hacer es, o esperar a que se desencadene naturalmente hasta la semana 42, o inducirlo en la 40.

—No quiero inducir a no ser que sea necesario. Sé por mis pacientes que duele horrores.

—La otra opción es programar una cesárea.

—Suena tentador.

—Addie, es una cirugía mayor...

—Ya lo sé, Derek. He hecho miles de cesáreas a lo largo de mi vida y sé que... ¡Ay!

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