Capítulo 11

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Addison estaba lavándose las manos después de haber finalizado una larga cirugía fetal que le llevó toda la mañana y parte de la tarde. Cerró el grifo, tomó unos paños de papel para secarse, abrió el clip colgado en su ambo, sacó sus anillos y se los colocó de nuevo como siempre hacía. Era un acto tan rutinario que ya lo hacía sin pensar. Casi 12 años repitiéndolo diariamente.

Fue caminando hasta su oficina para cambiar su uniforme por un atuendo más elegante. A ella le gustaba estar bien vestida para atender pacientes fuera del quirófano. Una Forbes Montgomery siempre iba a estar impecable –excepto el día después de encontrar unas bragas en el bolsillo de su marido, pero esa es otra historia que quedó días atrás y nadie quisiera recordar, gracias.

Luego de colocarse una delicada blusa a rayas blancas y una falda lápiz negra a juego, retocó un poco su maquillaje y se sentó en su escritorio a mirar las imágenes que le había dado Sophia de su bebé. Había estado pensando en hacer eso desde el momento en que salieron de la consulta y recién ahora tenía ese tiempo libre para hacerlo.

Aún no podía creer que esa ecografía fuera suya. Infinitas veces había visto ese tipo de imágenes en blanco y negro, sin embargo no pensó que algún día lloraría al tener una de su propio hijo en sus manos. Era perfecto. Tamaño perfecto, desarrollo perfecto, implantación perfecta. A esta altura estaban empezando a desarrollarse sus extremidades y su corazón ya estaba dividido en dos cámaras. Sonrió al recordar el sonido del latido. Un latido fuerte, constante y perfecto. No tenía otra palabra más que esa para describir todas las cosas relacionadas a ese pequeño garbanzo que veía.

Siguió observándolo unos segundos más hasta que el sonido de su teléfono celular la distrajo. Lo tomó para ver de quién se trataba y en la identificación de llamada aparecía el nombre de Mark Sloan.

¿Otra vez Mark llamando? Primero el jueves pasado, después el sábado. En ninguna de esas ocasiones había contestado, ahora lunes por la tarde de nuevo. Estaba dudando si debería atender o no, el simple hecho de imaginarse su cara le hacía sentir nervios y ansiedad.

—¿Addie? —Derek se asomó despacio por el marco de su puerta. Ella tiró rápido el celular dentro de su bolso.

—Derek —respondió nerviosa. ¿Qué haces?

—¿Tienes un momento para hablar?

—Yo... si, supongo que si... ¿Qué ocurre?

—Creo que quizás deberías decirle a tu secretaria que cancele los turnos programados que tienes para esta tarde... —caminó despacio hasta sentarse en la silla enfrente de ella.

—¿Qué? ¿Por qué? —dijo asustada.

—Addie... —dijo mirándola con sus ojos suaves. No existía una forma fácil de comunicar esto. Ni siquiera para ellos que estaban acostumbrados a comunicar seguido el fallecimiento de sus pacientes a sus familiares.

—¿Quién murió? —dijo con un hilo de voz. El nudo en su garganta ya se estaba comenzando a formar. Conocía esa mirada de Derek. Siempre era la misma mirada.

—Doc. Doc murió.

—¿Que? No... no...

—Fue el sábado por la noche, él... estaba muy enfermo, Addie.

—No... —sus ojos se empañaron rápidamente y su corazón se estrujó.

Derek se levantó para ir a su lado. Addison se aferró con fuerza a sus brazos, mientras sollozaba en voz alta. Las lágrimas mojaban todo su rostro, reflejando la tristeza y el dolor que sentía en ese momento.

Ella estaba convencida de que el tratamiento iba a funcionar. Ella había elegido creer en eso, se había atado a la idea de ver a su bebé jugar con Doc en el bosque a las afueras del tráiler.

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