¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La pelirroja estaba en la cafetería de Linda Susan con Mabel y Dipper.
—Oye, ¿cómo te fue la cita con Eddie?— preguntó Mabel alzando y bajando las cejas cada rato. Dipper rodeó los ojos ante esa acción y Stormy rió.
—Bueno, no estuvo mal. Solo hicimos esa cita para conocernos mejor.— respondió.
—Eddie es lindo y un gran chico.— opinó la castaña.
—Pero aburrido.— agregó Stormy.
—¿Por qué?
—Si bien me gusta hablar con el, las cosas que hicimos fueron aburridas... seguro tengo muchas expectativas.— tomó el café.
—Te recomiendo que no las tengas, puedes desilusionarte después y eso será peor.— aconsejó Dipper frente suya.
—Lo sé.
Siguieron hablando hasta que se escuchó un ruido afuera. Se miraron confundidos y la puerta se abrió. Todos en el lugar miraban al chico cuyo cabello era rubio, ojos grises y su ropa era elegante. Éste caminó hacia la mesa en donde estaba Stormy y miró al chico al igual que sus amigos.
—Hola, Stormy... tanto tiempo.— sonrió coqueto.
—...No.— se levantó y lo tomó del brazo sacándolo de ahí. Mabel y Dipper los siguieron algo confundidos.— ¡No, no y no, Aaron! Ya nos separamos, lo nuestro terminó. Además, ¿cómo sabías que estaba aquí y cómo apareciste?
—Bueno, al parecer te olvidaste que día es hoy.— dijo Aaron y Stormy enarcó una ceja.— Se cumplen 100 años de la dimensión en la que vinimos. Nuestro Dios lo puso así así que te invito al baile de las almas.
—¿Almas?
—Claro. Cuando una pareja baila en la pista de baile una luz roja aparece desde arriba y esas almas de los dos se unen para siempre ya cuando terminás el baile.— explicó.
—¡No! Ni lo sueñes, nosotros ya nos separamos y no quiero unir mi alma con la tuya.— negó con la cabeza.
—Oh, vamos, Stormy. He cambiado, ¿si? Ya no soy el mismo idiota de antes. Además, puedes ir y divertirte, al menos bailemos y comprobemos si estamos hechos el uno para el otro.— le guiñó el ojo y Stormy miró a sus amigos. Dipper le negó con la cabeza rotundamente.
—¿Y qué pasa si no lo somos?
—Si no lo somos, cuando estemos a penas bailemos la música sonará pero la luz roja no aparecerá. Si lo somos, la luz roja aparecerá. ¿Qué dices? ¿Vienes?
