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En el comedor esperaba encontrarme con aquel muchacho y agradecerle foralmente, pero no se estaba por ningún lado, tampoco su grupo.

La hora de comer paso y nos dirigimos al siguiente punto de entrenamiento. Todas fuimos directamente al patio principal y en cuanto llegamos nosotras la comandante también llego, en ese momento creí que me diría algo por desmayarme durante su entrenamiento y simplemente me volteo a ver de pies a cabeza cerciorándose de que estuviera bien.

-Es un placer ver que son muy puntuales – nos dijo la comandante con una expresión de satisfacción -. Espero que sigan así durante el tiempo que estén en este lugar.

- ¡Si señora! – concertamos.

-Continuaremos con nuestro entrenamiento – continuo -. Síganme y espero que recuerden bien el camino pues será la única ocasión que les diga hacia donde es.

Todas empezamos a caminar formadas detrás de la comandante hasta que llegamos a un enorme cuarto si es que se le puede llamar así, era casi tan grande como el comedor, pero sin nada dentro. No podía entender que es lo que estábamos haciendo en ese lugar si no había nada, todas nos desconcertamos mucho y nos quedamos en silencio sin saber que hacer o decir.

El silencio inundo ese lugar y se rompió cuando alguien entro en el cuarto, era un hombre de edad avanzada, sus ojos eran rasgados y parecían los de un esplendoroso dragón, su cabello era blanco en su mayoría, aunque aún se le notaba parte del color castaño que, en antaño tenia, daba la impresión de ser una persona indefensa que si lo tocabas podrías hacerle daño.

-El siguiente entrenamiento no se los impartiré yo sola, tendré la ayuda de alguien más – dijo la comandante mientras presentaba con orgullo al otro comandante -. Ante ustedes tienen a uno de los mejores maestros en espadas del mundo, el comandante Wang.

Nos quedamos perplejas ante tal revelación, como es posible que aquel viejo fuese uno de los mejores maestros en espadas del mundo, simplemente no era lógico.

-Muy buenas tardes, me presento ante ustedes, yo soy el comandante Wang – dijo el con una voz tan calmada y al mismo tiempo feroz y amenazante-. No estoy aquí para ser su enemigo, seré su mentor, un pilar para su supervivencia y para la victoria a la que nos dirigimos.

En el suelo se abrieron muchas puertas, de ellas salieron cajas, los comandantes nos ordenaron abrirlas y en ellas había espadas, pero eran evidente que no eran de verdad, sin embargo, si estaban muy pesadas y era difícil sostenerlas. Con una voz calmada nos explicó que normalmente eso es lo que pesa una espada y que teníamos que acostumbrarnos porque sería una gran ayuda en el frente y sin más que decir en ese entrenamiento todo lo que hicimos fue mover la espada de un lado para el otro, tal vez sonaba muy fácil, aunque considerando la condición física que tenía en ese entonces y el cansancio acumulado de toda la mañana era un verdadero tormento hacer esos movimientos.

Había una gran diferencia entre ambos comandantes, mientras que la comandante Amelia era ruda y gritona, el comandante Wang era paciente y te hablaba con mucha calma. Me preguntaba por qué no nos había tocado el como comandante principal, sentía que sin duda el comprendería que todas somos novatas y que no hemos hecho ningún entrenamiento parecido a este en nuestras vidas, por lo tanto, sé que sería estricto, pero paciente con todas. Mientras que la comandante desearía que todas hubiéramos llegado con una resistencia física comparable con la que tenían los soldados que ya llevaban años en el ejército.

Ese entrenamiento concluyo e inmediatamente comenzó el otro, ese sería mucho más pesado que el anterior porque era cuerpo a cuerpo. Al principio nos comenzaron a explicar el porqué de combatir cuerpo a cuerpo, cualquier arma nos podría ayudar, de eso no cabía ninguna duda, pero si llegábamos al punto que no la tuviéramos con nosotras nuestra mayor ayuda sería nuestro cuerpo.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora