Los Centurión

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Al terminar la intensa lucha voltee a ver a Ignat, quería comprobar en su mirada si realmente quería seguir con la lucha o no y cuando lo vi apagado y lleno de melancolía ordene a mis tropas que se retiraran, así que simplemente mire a Ignat de lejos, asentí con la cabeza y me retire del lugar. El comandante Lewis no estuvo de acuerdo, pero no me importo.

Al llegar a la base el comandante Lewis me regaño por no seguir con la batalla y dejar escapar a ÉL y a sus aliados, sin embargo, lo ignore por completo porque estaba tranquila y sentía tanta calma de saber que Ignat seguía con vida que nada ni nadie hicieron cambiar mi estado de ánimo durante toda esa semana.

La noticia sobre la batalla que libramos en conjunto se extendió por toda la nación. Las opiniones estaban divididas, algunos creían que fue la mejor decisión ya que sin eso probablemente ahora estaríamos muertos y que tal vez esa acción significaría el inicio del fin de la guerra entre Gladius y Phalera, pero en cambio otros opinaban que debíamos terminar con los enemigos por igual sin importar si eran de Cassis o de Phalera, ambos tenían que caer.

¿Quién de ellos tenía la razón?

Bueno, que importa, estábamos en una guerra y cualquier cosa podría pasar, lo único en lo que estaba segura era que tenía el deber de proteger a todas las personas de Gladius, incluso si eso me costaba la vida.

Durante las siguientes semanas las misiones aumentaron considerablemente, ya fuera a medio día o en la madrugada, acudía donde me mandaran. Había ocasiones en las que las misiones eran simultaneas y tenía que trasladarme a varios lugares durante el mismo día.

A pesar de todo ello, hacia espacio todos los días para hablar con mi familia. Tenía que comprobar que estuvieran bien y también eso le recordaría al comandante Lewis que ellos eran lo más importante de mi vida.

Mi madre me daba las palabras de ánimo que siempre necesitaba para seguir adelante con esta guerra, mientras que mi hermanito me contaba todo lo que hacía durante el día con tal alegría que se contagiaba.

Mi familia era protegida, Ignat seguía con vida, tenía controlado al comandante Lewis, recuperamos varias ciudades, las batallas entre Gladius y Phalera disminuía más y más y cesaron los reclutamientos, todo pintaba a que el mañana que nos esperaba brillaría con intensidad y que la guerra terminaría en poco tiempo, aunque no todo eran buenas noticias.

A pesar de los esfuerzos que hacía para recuperar nuestro territorio me era imposible estar en dos lugares al mismo tiempo ya que mientras que yo me encontraba librando batallas en una parte de Gladius, en otro lugar Cassis aprovechaba mi ausencia para apoderarse de esa parte.

Mis aliados luchaban con todas sus fuerzas, pero no era suficiente para que ganaran esas batallas, así que su única misión era evacuar a la mayor cantidad de pobladores que pudieran y evitar que más vidas se perdieran en lo que yo acudía a su llamado, sin embargo, eran tantos los lugares que requerían de mi ayuda que tardaba mucho tiempo en llegar a auxiliarlos.

Me frustraba tanto ver que a pesar de la fuerza que poseía no podía ayudar a tiempo a todos los que me necesitaban.

Aun así, cada vez que las personas me veían sus ojos centellaban llenos de esperanza, todos creían que teniéndome a su lado nada malo les podría pasar y que pronto yo sería capaz de terminar con esta guerra.

Los días pasaban con lentitud, las batallas continuaban con ferocidad y la esperanza crecía con cada victoria que obteníamos, llegue a pensar por un momento que si me esforzaba más pronto terminaríamos con esta, pero estaba en un error.

Me encontraba en el comando principal planeando una nueva estrategia para contrarrestar los ataques de Cassis cuando la comandante Emilia irrumpió en este, se veía preocupada, ordeno que prendieran la enorme pantalla en un canal de noticias y ahí fue la primera vez que la vi a ella.