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Los pocos momentos de felicidad que tenía, los vivía con ellas, todo lo que hacíamos era pesados y pocas veces descansábamos, aunque al estar con las cuatro, los días grises y sombríos de inmediato se volvían coloridos y alegres, sin mencionar que la compañía y ayuda de George y Damián hacían que fuera más interesante.

Tal y como habían dicho los comandantes el rigor de los entrenamientos aumentaron y con ello la dificultad. Dado a que faltaban menos de dos meses para que a los nuevos reclutas nos mandaran al campo de batalla tenían que entrenarnos con mayor severidad.

El primer entrenamiento que era con la comandante Amelia se le añadió un par de kilómetros más para correr, así como al entrenamiento del circuito, si antes no lo soportaba menos ahora, pero gracias a la práctica que tuve con George y Damián era menos difícil. George sabía que los nuevos entrenamientos serían más cansados que los anteriores, por lo tanto, pusieron mayor énfasis en este que en los demás, porque al ritmo en que me encontraba corría el riesgo de desmayarme de nuevo.

Después del desayuno y el control matutino iniciábamos con el siguiente entrenamiento, este seguía a cargo de la comandante Amelia, pero se le había añadido algo muy importante, comenzamos a practicar con granada. Ahora que estaba más familiarizada con las armas, la primera vez que sostuve la granada no tuve miedo, sin embargo, seguía manteniendo mis precauciones para no cometer errores y que estos le costara la vida a alguna de mis compañeras.

Con el comandante Wang se aumentó la rapidez con la que teníamos que blandir la espada, además de que nos empezaba a enseñar a defendernos, atacar y contraatacar, no solo con la espada, también en combate cuero a cuerpo.

En cuanto al entrenamiento del comandante Aldric no cambio mucho, lo único diferente fue que el armamento ya no era el mismo, de pistolas pasamos a rifles y fusiles.

La mayoría de mis compañeras mejoraron mucho, pero nosotras cinco lo habíamos hecho más.

Los entrenamientos de la comandante Amelia pesaban, aunque ya no me sofocaban. Olivia y Alicia podían soportar un poco más el entrenamiento del comandante Wang, mientas que Sara y Dayana habían mejorado su puntería disparando.

Ya sabíamos que podíamos mejorar, solo quedaba seguir entrenando para estar preparadas para la guerra.

Durante el entrenamiento que nos daban George y Damián le pusimos mayor énfasis a disparar, dado a que habíamos cambiado de arma y a pesar de que Dayana y Sara habían mejorado, el rifle se les atoraba bastante, por lo tanto, era un problema que se tenía que resolver lo antes posible.

Mi puntería no era perfecta, sin embargo, lo suficientemente buena como para tomarme descansos durante los entrenamientos que teníamos que disparar. Así que decidí sentarme un momento a descansar, era gracioso ver a George y Damián tratando de ayudar a Dayana a desatorar su rifle, la paciencia que le tenían era admirable. Esperaba que George no se hubiera arrepentido de ofrecerme su ayuda porque este tiempo que perdían con nosotras podían usarlo para que ellos entrenaran.

De pronto George se alejó de ambos, comenzó a caminar hacia mi dirección, y se sentó a mi lado. Me ofreció una botella de agua y la tomé, nos quedamos en silencio un rato observando como Damián instruía él solo a las cuatro. Resultaba bastante divertido porque a pesar de que no tenía la paciencia de George intentaba mantenerse lo más calmado que le era posible y ayudarlas lo mejor que podía, sobre todo a Dayana quien se equivocaba bastante.

Parecía que entrenarnos a nosotras era más agotador que entrenarse a sí mismos.

Ambos observábamos lo divertido de la situación y no me sentía nada incomoda o angustiada por estar a su lado sin decir nada y sin que me diera cuenta de mi boca salieron unas cuantas palabras.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora