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La primera misión de apoderamiento en contra de Phalera había dado inicio. Me encontraba en la aeronave muy nerviosa, era la primera vez que salía de Gladius. En cuanto salimos de nuestro territorio me dirigí a toda prisa al comando de la nave para poder apreciar a través de las cámaras el paisaje que Phalera nos ofrecía.

Fue bastante decepcionante ya que esperaba ver hermosas montañas y ríos interminables, tal y como había visto una vez en un comercial que paso en la televisión cuando yo era solo una niña. Lo único con lo que me encontré fueron bosques muy parecidos a los que se encontraban en Gladius, sin embargo, lo que si me resulto sorprendente fue la ciudad a la cual invadiríamos. Esta no era muy grande, ni tampoco era la más avanzada en cuanto a tecnología se refería, sino que como nos había explicado la comandante Emilia, esta fue una de las primeras ciudades que se formaron en Phalera, parecía una ciudad salida de otra época, con edificios tallados en piedra, largos y espaciosos, con una estética compleja y delicada. Además de eso se podían apreciar decenas de estatuas talladas en mármol por toda la ciudad.

Sin embargo, eso no era lo que llamaba más mi atención, eran los civiles que salían huyendo de sus hogares. Miles de familias huían lo más rápido que podían, ya que si no lo hacían sabían cuál sería su destino.

Un enorme ejército llego a la ciudad para defenderla de nosotros, pero ninguno de nuestros aliados se encontraba preocupado o nervioso por perder la misión ya que estaban seguros de que triunfaríamos gracias a que me tenían de su lado.

Además de eso, tenían la certeza de que ÉL no aparecería en este lugar, ya que se lanzaron varias misiones de apoderamiento en diferentes puntos de Phalera, por lo que teníamos vía libre para invadir de este territorio sin que nadie pudiera impedírnoslo.

El comandante Lewis nos prohibió entrar en combate hasta que él lo ordenara, así que nos quedamos dentro de la aeronave sobrevolando la ciudad, mientras hacíamos eso debajo de nosotros la lucha había dado inicio. Al principio solo llegaban soldados a defender su territorio, además de varios camiones los cuales evacuaban a las familias que se encontraban en la ciudad.

Al ver huir a miles de personas inocentes me preguntaba si lo que hacía era lo correcto.

Los niños se aferraban con todas sus fuerzas a sus padres intentando no soltarles la mano, los ancianos trataban de seguirle el paso a los jóvenes, miles de hombres se despedían de su esposa e hijos para dirigirse hacia los soldados, tomar un arma e intentar de defender su hogar.

Sabía que estaba mal simpatizar con el enemigo, pero era inevitable. Si yo estuviera en su lugar y solo fuera una humana normal sentiría la misma angustia y dolor que ellos estaban viviendo.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el comandante Lewis se dirigió a nosotros.

-Detectamos un número significativo de tanques y aeronaves provenientes desde el este – podíamos verlos a través de las pantallas -. Necesitamos que se prepare para salir señorita Brown.

- Estoy lista – le dije.

Las puertas de la aeronave se abrieron, me coloque en posición lista para saltar.

- ¿Nerviosa? – pregunto Damián con una sonrisa en su rostro.

- Menos que tú – le conteste riendo, mire al exterior y mi sonrisa desapareció en cuanto recordé a George, tal vez esto era lo que hacían ellos dos para no sentirse abrumados antes de cada batalla, voltee de nuevo a ver a Damián -. Te veo para cenar – le dije.

Él se vio sorprendido, en sus ojos se podía apreciaba un enorme vació, no había duda de lo mucho que extrañaba a George. Me miro a los ojos y con una leve sonrisa en sus labios me contesto.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora