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Esa noche me costó trabajo cerrar los ojos, los nervios me lo impidieron, aunque no era la única, al voltear a ver a mis compañeras me di cuenta de que casi todas nosotras estábamos despiertas a altas horas de la noche, excepto una y era aquella mujer, todavía no savia su nombre, en algún momento pensaba preguntárselo.

Solo tres horas dormí esa noche, ni siquiera pude navegar en mis propios pensamientos, normalmente recuerdo bien lo que sueño, pero esa noche no pude recordar absolutamente nada.

De pronto un terrible estruendo se escuchó, me levanté de un salto de la cama, estaba muy asustada y desorientada, no recordaba en donde me encontraba, hasta que dirigí mi mirada a los alrededores y me di cuenta del lugar en el que estaba. Mi pecho se oprimió solo de saberlo.

La comandante era quien produjo ese estruendo y con voz fuerte y firme nos dijo a todas:

-El día comienza y su entrenamiento también – nos dijo-. Tienen 120 segundos para que ustedes puedan cambiarse de uniforme.

- Si señora – todas contestamos en voz alta y un poco asustada.

Inmediatamente ella salió y en cuanto cerró la puerta empezamos a cambiarnos lo más rápido que podíamos, las manos me temblaban y me era muy difícil ponerme el uniforme, los ojos me pesaban mucho, apenas podía mantenerme despierta.

Detrás de mi escuché una voz muy tenue, así que me di la vuelta y noté que era Olivia la que me hablaba.

-Buenos días – dijo Olivia, pero a penas y se le entendía.

- Buen día –  conteste.

Todas lucíamos como si un carro nos hubiese atropellado, excepto la mujer de siempre. Parecía tan fresca como una lechuga, aunque eso no era lo importante, ahora teníamos que hacer lo que se nos había ordenado, eso si no queríamos que nos regañara.

- ¿Pudieron dormir? – pregunto Dayana.

- Ni un poco – contesto Alicia.

Al parecer ninguna de nosotras pudo dormir, los nervios nos lo impidieron.

En cuanto terminamos de poneros el uniforme salimos a toda prisa afuera del dormitorio y nos formamos en una fila, justo a tiempo terminamos porque en ese instante llego la comandante.

Muy bien, parece que todas terminaron a tiempo – nos dijo con una voz muy fuerte –. Les daré instrucciones, primero pasaremos al patio principal y harán un entrenamiento físico el cual contara de un pequeño calentamiento, después correrán diez kilómetros en formación, cuando terminen eso se arrastrarán en la tierra, proseguirán con varios circuitos los cuales les ayudaran a tener mayor resistencia y estos terminaran hasta que su cuerpo aguante.

Todas nos quedamos con la boca abierta, era demasiado para ser nuestro primer día, ni siquiera podía correr un kilómetro y ahora tenían que ser diez.

- ¡Les quedo claro! – grito la comandante.

- ¡Si señora! – todas contestamos asustadas.

- ¡En ese caso diríjanse al patio principal de inmediato y al llegar formaran una fila! -contesto.

De inmediato nos dirigimos al patio principal, íbamos en silencio, pues creíamos que si nos veía hablar la comandante nos regañaría.

Al llegar miré a mi alrededor y me di cuenta de que no solo éramos nosotras las que estaban en ese lugar, otros grupos de hombres y mujeres habían llegado antes que nosotras, aunque no todos los que nos encontrábamos en la ceremonia. En cuanto llegamos la comandante nos miró fijamente, ninguna de nosotras sabía que decir o a donde desviar la mirada.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora