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Al llegar a la base el comandante Lewis me ordeno seguirlo y así lo hice. Era la primera vez que salía fuera del edificio principal y recorría la base tal como lo hacía antes de la primera misión. Caminamos un corto tiempo hasta llegar al cementerio que se encantaba en aquel lugar y nos acercamos a una tumba en específico, no había necesidad de leer el nombre de la persona a la que le pertenecía, estaba más que claro que era la de George.

- ¿Sabes por qué razón existen los grados militares? – pregunto el comandante Lewis en un tono serio.

- No – conteste en voz baja.

- Para establecer la escala de mando que se usa en las fuerzas armadas y ¿sabes que significa es?

- No – conteste de nuevo.

- Significa que mientras más arriba estas, mayor experiencia tienes, por lo tanto, si en el campo de batalla esa persona te da una orden, tú deber es cumplirla.

- Pero…

- No hay pero que valga señorita Brown, le di una orden y usted no la acato.

- Sabía que podía terminar con ÉL.

- Pudo poner en riesgo la victoria que con tanto esfuerzo consiguió.

- Podía…

- No sólo eso, también las vidas de su escuadrón, ¿qué pasaría si su plan fallaba? ¿acaso quiere ver a su escuadrón en la misma situación que el soldado George?

- Yo… solo quería…

- Se lo mucho que desea la victoria, nosotros deseamos lo mismo, pero si quiere lograrlo todo lo que tiene que hacer es obedecerme, si hace eso le aseguro que usted ganará y en menos tiempo de lo cree sostendrá en sus manos la cabeza de ÉL, marcando el final de la guerra ¿no es eso lo que quiere?

- ¡Más que nada!

- En ese caso espero que este incidente no se vuelva a repetir y cuando le dé una orden, usted simplemente obedezca, ¿quedo claro?

- Si – conteste cabizbaja.

- Muy bien, ahora sé que no ha podido visitar la tumba de sus amigos, por lo tanto, le doy permiso que durante una hora se quede en este lugar y al pasado ese tiempo seguirá entrenando, no podemos perder tiempo.

Levante mi rostro sorprendida al escuchar lo que dijo el comandante Lewis, yacía tiempo que deseaba estar en este lugar y presentar mis respetos a mis queridos amigos, pero nunca me habían dejado hacerlo y esta era una buena oportunidad. El comandante Lewis se fue y ahora si podía estar a solas con mi amigo George. Aun no podía creer que habían pasado varios meses desde aquella tragedia.

Al parecer tenía un tiempo que sus compañeros no lo visitaban, ya que la flor que estaba frente a su tumba se comenzaba a marchitar, por lo que la retire y con mis manos quite uno por uno los pétalos marchitos qué estaban al pie de su tumba.

-Necesita una nueva flor – dijo una voz detrás de mí, me di la vuelta y me sorprendí al darme cuenta de que era Damián.

- No sabía que vendría a este lugar, por eso no traje nada – dije.

- No te preocupes, traje dos, una puede ser de tu parte si así lo deseas – estiró su mano y me dio una de las rosas rojas qué traía consigo, la tomé y ambos colocamos las flores al pie de la tumba de George.

Nos quedamos un rato viendo la tumba en silencio, ni un solo ruido se escuchaba alrededor. Quería decirle muchas cosas a Damián, pero ¿cómo comenzar? Tal vez con un “perdón por no haber podido proteger a tu amigo” o un “hubiera deseado ser yo y no él”. Tal vez eso habría sido lo mejor.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora