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Constantemente me preguntaba que pasaba fuera del bosque. ¿Cómo estaba mi familia? Lo más probable era que estuvieran bien, ya que mi madre y mi hermano se encontraban resguardados en el lugar más seguro de Gladius, sin embargo, mis amigos no corrían con la misma suerte.

¿Seguían con vida? ¿estaban bien? Mi corazón me dolía solo de pensar que algo malo les ocurriera a ellos. No creía soportar perder de nuevo a un amigo.

¿Qué habrá pasado con la guerra? Estaba cien por ciento segura de que esta seguía a delante, pero con la llegada del nuevo enemigo era incierto el rumbo que esta tomaría, ya que constantemente la balanza se inclina en favor de un bando diferente. Como cuando comenzó la guerra, la balanza estaba inclinada a favor de nosotros, sin embargo, con la llegada de ÉL la balanza cambio. Lo mismo sucedió cuando aparecí yo, pero ahora que había aparecido ese nuevo enemigo con soldados y armas que superan a dos Centurión la respuesta era incierta.

Lo único que me quedaba era tener fe en que podrían defender a Gladius en mi ausencia, solo debían resistir hasta mi llegada, es por ello que deseaba con todo mi ser salir del bosque, aunque no importaba lo mucho que avanzara, ese bosque parecía no terminar nunca.

A pesar de lo mal que se veían las cosas todo parecía ir mejorando.

Cuatro días más habían pasado, y durante ese tiempo no encontramos a más soldados, sin embargo, no podíamos bajar la guardia, ya que durante nuestro trayecto pudimos ver otra base como la que vimos el primer día, afortunadamente estaba ubicada a varios kilómetros de nuestra posición.

Cuando la vimos a lo lejos no pudimos evitar sorprendernos y a la vez preocuparnos debido a que estábamos tan internos en el bosque que cualquier rastro de encontrar algo que no fuera naturaleza o animales era casi nula, pero lo que teníamos frente a nosotros no podíamos ignorarlo.

-Parece que esta trampa la tenían preparada con meses de antelación – dijo ÉL.

- Supongo que ahora no importa si lo planearon ayer o hace diez años, todo lo que debemos hacer es evitarlos y salir de su trampa – conteste.

- Supongo que sí.

Estábamos muy tentados en ir hacia la base, porque las raciones se estaban agotando con rapidez, sobre todo las de ÉL. Al inicio contábamos con dos mochilas llenas de raciones cada uno y hasta ese momento a ÉL le quedaba menos de la mitad de una mochila, mientras que yo tenía casi una mochila llena.

Sin embargo, estábamos tan cansados por la falta de sueño que, si nos enfrentábamos a un escuadrón de enemigo, lo más probable era que perderíamos sin lugar a dudas, así que decidimos seguir adelante.

El ritmo al que caminábamos disminuía con cada día que pasaba y todo gracias a que llevábamos más de una semana sin dormir. No solo nos afectaba en ese aspecto, también alteraba nuestra orientación y eso fue más que evidente ese día.

Tal como hacíamos todos los días, al salir el sol emprendíamos camino hacia el norte. Todo parecía norma, incluso si alguien más nos viera en esas condiciones lo único que podría pensar es que no había personas más grandes y poderosas que nosotros.

Nuestro porte seguía siendo el de los poderosos Centurión que todos habían visto durante la guerra, sin embargo, por dentro era completamente diferente. La falta de sueño me estaba matando, apenas podía mantenerme de pie, por lo que debía sostenerme de los árboles para evitar caerme.

Era muy frustrante estar en esa condición, lo único que me reconfortaba es que ÉL estaba en la misma situación que yo. No sabía si estaba más o menos cansado que yo, pero era evidente que no estaba bien, ya que, al igual que yo, se sostenía de los árboles, aunque lo hacía tan disimuladamente que parecía que solo los tocaba.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora