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Al salir del autobús pude ver con mayor claridad a todas las personas que se encontraban en ese lugar, eran miles, me impresionó la enorme cantidad de gente que fue arrebatada de sus hogares. Estaba convencida de que la mayoría era como yo, que sin más opciones tuvieron que dejar sus vidas atrás.

Ojos grandes, ojos pequeños, ojos rasgados, piel blanca, piel morena, un lunar en la sien, una pequeña cicatriz en el labio, cejas pobladas, pestañas largas, frente amplia, ceja perforada, manos pequeñas, uñas mordidas, cada persona que estaba aquí tenían un rasgo diferente que las podían distinguir unas de otras.

Una mujer comenzó a dictar los números que nos asignaron y entre ellos se encontraba el mío. Ella era muy alta y hermosa, de cabello rubio platinado, ojos grandes de un color rojizo muy tenue y de piel tan blanca como la leche. Su expresión era muy poco amigable y su voz era fuerte y profunda, tanto que intimidaba a todos lo que la escuchamos.

Me acerque hacia ella sin decir nada, pero con mucho miedo. Seguía dictando muchos números y las únicas personas que pasaban eran mujeres, aunque suponía que debía ser normal. Cuando acabo de dictar los números nos llamó para que la siguiéramos.

Creí que tal vez nos enseñaría las instalaciones dado que eran enormes y cualquiera se podría perder en tal monstruoso sitio, sin embargo, solo nos guío por una sola dirección. Durante todo el trayecto no dijo nada, simplemente seguía caminando, al menos pudimos admirar algunas cosas que se encuentran dentro de la base, entre ellas destacaba una en particular.

-Increíble- murmuró una chica que miró con asombro el lugar.

-Sin duda - conteste.

Sé que solo fue un segundo, pero me sentí muy cómoda de por fin hablar con una persona, no se la razón por la cual me sentí así, aunque era agrado.

Después de unos minutos caminando llegamos a unos enormes cuartos a los cuales pasamos. Este lugar no paraba de impresionarme y ese cuarto no era la excepción, era de un tono gris opaco y en su interior tenía al menos unas cincuenta literas, tal vez más y sobre las camas se encontraban unos uniformes de color verde. Todas nos quedamos en silencio mirando ese lugar, pero este se rompió de repente.

-Mi nombre es Amelia Jake- dijo con voz muy fuerte, repentina y dominante la mujer con la que íbamos -. Son mi responsabilidad a partir de ahora. Esta será su casa por los siguientes tres meses antes de partir a la batalla, yo las guiaré e instruiré en todo lo que pueda. Recuerden que no seré su amiga y tampoco su enemiga. Tratare de que todos ustedes sigan con vida hasta el final de la guerra, cuando nosotros ganemos, así que les deseo suerte.

Eso fue todo lo que nos dijo, no sabía si sus palabras debían alentarme o preocuparme, aunque al menos estaba segura de que ella me guiaría en el camino.

Después de eso nos dio unas hojas en donde estaban estipulados todos nuestros horarios y sabía que no podría cumplir casi nada de la lista, para comenzar normalmente me levantaba de ocho a nueve de la mañana y ahora querían que lo hiciera desde las cinco, pensar en eso me dio dolor de cabeza.

-No creo aguantar -dijo la chica de hace un momento.

-Yo tampoco, será un milagro si sobrevivo aquí dentro - conteste.

-Mucho gusto soy Olivia Marthin pero me puedes decir 0- 1- 2- y otros números que no recuerdo- respondió de forma muy alegre y confiada, como si ya nos conociéramos desde hace tiempo.

-Es un placer, yo soy Alisa Brown, pero puedes decirme Alisa Brown- le respondí.

Por fin, alguien con quien hablar, creía que durante todo el tiempo que estuviera en ese lugar no haría ninguna amiga, además ella era muy hermosa. Su piel era muy oscura, sus ojos brillaban de un tono ámbar, eran tan claros que parecían un par lindas gemas y su cabello era muy rizado y corto. Su rostro y personalidad demostraban inocencia, bondad, honestidad y respeto. A demás la dulzura de su voz te envolvía y daba una extraña sensación de paz.

Seguía platicando con ella cuando la señorita Amelia nos interrumpió.

-¡Todas ustedes! En media hora tienen que presentarse en el patio principal para recibir órdenes del mariscal del campo, así que cámbiense de ropa, hasta entonces.

-Es una gruñona sin remedio- susurró una chica con tono serio.

No le tome mayor importancia a ella, era mi primer día en este lugar y no quería meterme en problemas y mucho menos hacer enemistades.

Proseguimos a cambiarnos y cuando terminamos una mujer nos habló para que la siguiéramos, así que lo hicimos.

Cuando llegamos al patio principal vimos que había miles de personas, no solo novatos como nosotras, sino también soldados con más experiencia en la batalla. A simple vista era evidente que todos estaban formados por categorías, mientras que los más experimentados se encontraron en las primeras filas, nosotros los novatos estábamos en las últimas.

No sabía mucho de categorías en aquel entonces, ni como se organizaban, por lo tanto, no tenía idea de quienes estaban a mi alrededor, pero frente a un enorme estrado que estaba delante de nosotros había muchas personas que veían directamente hacia nosotros, todos ellos tenían muchas medallas en sus hermosos y relucientes trajes azules y gracias a lo poco que se es que esas medallas se las ganan por la valentía y esfuerzo de los soldados.

Todos estábamos viendo con asombro a esos soldados, sin embargo, la atención se desvió de ellos cuando un hombre mayor se presentó, tenía la cara larga, afinada y de buenas facciones, con ojos marrones que parecían granos de café, su cabello era un poco corto, aunque no se lograba apreciar bien por el gorro que tenía puesto, solo se podía ver que tenía una raya de color blanco provocada por el paso del tiempo; su complexión era algo musculosa, pero con elegancia, media casi dos metros y parecía un hombre muy orgulloso de sí mismo.

Todos los presentes lo saludaron con firmeza. El inmediatamente subió al estrado, tomó el micrófono y nos miro por unos segundos. Después de eso comenzó a hablar.

-Ustedes ya son considerados héroes puesto que se enfrentaron al su destino con fuerza, lo tomaron y lo aceptaron - dijo con voz fuerte e imponente -. La mayoría fueron seleccionados en el sorteo y otros decidieron venir por voluntad propia para proteger a su amada nación. Ya sea lo primero o lo segundo, los felicito a todos y cada uno por que con gran valor defenderán a su familia, sus amigos y a la vida que tanto aman. Desde hoy todos nosotros haremos que ustedes se conviertan en las personas que salven a Gladius el día de mañana. Los guiaremos en su camino para que sean fuertes, agiles, audaces, pero sobre todo valientes e inteligentes, porque las guerras no solo se ganan con los puños o las armas, también se ganan con la mente. ¡A partir de este día declaro que ganaremos las batallas venideras, todos seremos equipo, familia, uno solo y así nadie podrá vencernos!

Sus palabras llenaron de motivación y energía a la mayoría de las personas que se encontraban, a pesar de que a mí no me convenció mucho, en ese momento me ayudó a sobrellevar la carga que tenía sobre mis hombros porque el día de mañana comenzaría una prueba de las muchas que nos depararía el futuro.

No esperaba mucho de mí misma, solo quería dar lo que fuera de mi potencial para no ser un estorbo y al menos así, poder sobrevivir.

Los CenturiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora