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El tan esperado día había llegado.

Eran las cinco de la mañana cuando la comandante Amelia nos despertó.

- Buenos días soldados, espero que hayan descansado bien porque hoy será un día muy pesado – dijo la comandante tranquilamente-. Dúchense, vístanse y después salgan porque aún hay varios detalles que afinar ante de partir.

Cerró la puerta y se fue. Todas se comenzaron a movilizar, pero yo me quede un momento más intentando despertar del todo a Olivia porque seguía adormilada.

- Olivia tenemos que levantarnos – le dije suavemente, como si lo que en verdad deseara es que durmiera más tiempo.

- Solo unos minutos más – apenas se entendía lo que decía. Quería que siguiera durmiendo, pero nos podía regañara la comandante Amelia, así que insistí hasta que lo logre.

Nos levantamos y nos fuimos a duchar, normalmente me baño con agua muy caliente, sin embargo, en esa ocasión deje que el agua fría cubriera por completo mi cuerpo, me sentía muy nerviosa y creía que solo así mis pensamientos se aclararían, pero no fue el caso. En cuanto terminamos de hacer eso salimos al patio principal.

Al salir vimos como un escuadrón estaba a punto de irse y junto a ellos estaba el mariscal de campo Lewis, padre de Moira. Tan importante era este día que él en persona les estaba dando un discurso, aunque me era imposible escucharlo por la distancia y sin más tiempo que perder partieron. ¿A dónde? No lo se. ¿Quiénes eran? Tampoco lo sabía.

Temerosos, emocionados, felices, nerviosos, era algunos de los sentimientos que podía notar en todos ellos.

Podía entender a los que se veían nerviosos y temeros porque nos encontrábamos en la misma situación, sin embargo, me sentía un poco más optimista ya que de nuestro lado teníamos a George, Damián y Moira, unos soldados excepcionales.

- ¡Dense prisa soldados que no tenemos todo el día! – grito la comandante Amelia desde el otro lado del patio principal, así que corrimos hacia ella y formamos unas filas. Moira, Sara, Alicia, Dayana, yo y Olivia nos posicionamos en una fila en ese orden -. Bien, antes de partir tienen que cargar los suministros y armas que nos llevaremos a la misión, así que síganme.

- ¡Si señora! – contestamos.

La comandante Amelia nos guio y nosotras caminamos en fila detrás de ella.

Al dar el primer paso sentí que alguien me tomo del suéter, voltee la cabeza y me di cuenta que era Olivia, tenía la cabeza agachada, podía sentir los nervios que la aquejaban, la noche anterior prometí protegerla y a pesar de que yo también estaba sumamente nerviosa me mantuve serena y la tome de la mano para que así ella se tranquilizara.

La mano le temblaba por lo que le susurre – no te preocupes aquí estoy – solo así se calmó.

Al llegar al lugar designado me asombre mucho porque nunca había visto tantos carros militares en un solo lugar, eran cientos y en algunos de ellos nos iríamos nosotras.

En el lugar ya se encontraban los escuadrones que iría con nosotras y junto a ellos George y Damían.

En cuanto lo vi mi corazón comenzó a latir tan rápido y con tanta fuerza que creí que todos podían escucharlo. Aun me encontraba nerviosa por lo que había pasado la noche anterior. No me pude acercar a él porque estaban los comandantes, pero simplemente lo saludé agitando mi mano en el aire y el me devolvió el saludo.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora