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George había muerto, George había muerto, George había muerto...

El solo imaginarme que eso hubiera pasado me hacía sentir fatal, a pesar de que por fuera no lo demostré, era todo lo contrario por dentro, mi corazón latía tan rápido que creí que explotaría, tenía muchas ganas de vomitar y sobre todo quería llorar.

Lleve mi mano hasta mi boca y la tape, mi respiración era cada vez más rápida, pronto comenzaría a hiperventilar, lo sabía porque ya me había pasado una vez, fue hace años, exactamente el día que mi padre murió, lo único raro es que no fue cuando vi su cadáver en aquel féretro gris, ni cuando lo estaban sepultando en el enorme agujero del cual jamás podría salir, fue justo esa noche en la que lo enterraron.

Él, todas las noches justo antes de dormir iba a mi habitación a despedirse de mí y decía:

-Descansa mi linda niña que mañana saldrá el sol.

Cuando esa noche no entro a despedirse de mi por fin asimile que ya no estaría conmigo nunca más y comencé a hiperventilar, mi madre llego para tranquilizarme, y fue ahí cuando por fin pude sacar todo el dolor que tenía en el interior. Irónicamente al siguiente día del entierro de mi padre amaneció lloviendo, como si el mundo entero estuviera de luto, como si entendiera mi dolor.

Olivia que se encontraba a mi lado me abrazo, podía sentir su calor, su corazón latía tan rápido como el mío, al igual que yo estaba preocupada por el bienestar de ambos. Me daba palmadas suaves y lentas en mi espalda, así siguió por unos instantes hasta que logre tranquilizarme y dijo:

- No te alteres, ellos son muy fuertes y de seguro lograron escapar – su voz era tan cálida como el abrazo que me había dado, pero seguía teniendo dudas pues ÉL nunca dejaba a nadie con vida, así que solo asentí.

Al mirar a mi alrededor pude percatarme que no era la única que estaba preocupada, aparte de nosotras las demás chicas que estaban en el dormitorio se encontraban aterrorizadas y no las culpo porque la simple presencia de ÉL significa una muerte segura.

Moira se encontraba en el mismo estado que las demás, significaba que a pesar de ser tan fuerte física y mentalmente seguía siendo tan humana como todas nosotras.

Fuera de los dormitorios se comenzó a escuchar mucho escándalo. ¿A caso nos estaban atacando? Salimos corriendo a ver lo que sucedía, no era un ataque, pero muchos soldados comenzaron a agruparse en un mismo lugar, al parecer iban al campo de batalla y así como la noche en que se fueron George y Damián muchos carros comenzaron a salir y más de treinta soldados se subían en cada uno.

Veía como pasaban uno tras otro, lleno de soldados que no sabría si regresarían con vida. Uno de esos soldados llamo mi atención, a pesar de que fue solo un instante pude ver con claridad que el comandante Aldric iba en uno de los carros y al parecer no era el único, varios comandantes que había visto el primer día iban en diferentes unidades.

A pesar de que no estaba del todo tranquila el hecho de que los comandantes fueran a la batalla me calmaba lo suficiente porque ellos eran personas que habían dedicado la mayor parte de su vida al ejército, así que todo lo que tenía que hacer era confiar en que ellos traerían a George de regreso sano y salvo.

Justo cuando salió el ultimo vehículo del cuartel llego la comandante Amelia.

- ¡Ya es hora de entrenar así que diríjanse ahora mismo a su siguiente entrenamiento! - Nos gritaba como siempre, pero esa vez se veía diferente, a pesar de que estaba calmada en sus ojos se podía ver que también estaba alterada.

ÉL podía causar miedo en las personas más fuertes.

Sin perder tiempo salimos corriendo y nos dirigimos a entrenar con el comandante Wang, no sabía si él se encontraría esperándonos para entrenarnos o al igual que el comandante Aldric había partido con todos ellos.

Los CenturiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora