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Los hombros me dolían y las manos me pesaban, pero en mi mente solo rondaba un solo pensamiento, sujetar con fuerza el arma que tenían mis manos.

Esa fue la primera vez que el comandante Bridge nos dio un arma que estaba cargada, a pesar de que esta tenía el seguro puesto no quería correr ninguna clase de riesgo. Nos la entrego por un instante para que la viéramos detenidamente y pudiéramos sentir lo que es tener en tus manos lo que le podría dar fin a la vida de otra persona.

Después de un tiempo de solo armar y desarmar una pistola por fin todas podíamos hacerlo con mayor facilidad, pero como solo teníamos tres meses antes de estar en el frente de la batalla debíamos saber lo principal, disparar.

El comandante Bridge y la comandante Amelia nos indicaron como empuñar de manera correcta un arma, la distancia que debemos mantener al momento de disparar, la fuerza con la que hay que sujetarla y varios factores más porque era muy importante saberlos para disparar correctamente.

Nos formaron a todas en diferentes líneas, frente a nosotras había muchos blancos para disparar y detrás de estos se encontraba una enorme placa de algún tipo de metal que detendría las balas fallidas.

Nos explicó que nos evaluarían la puntería, así ellos sabrían el nivel en el que nos encontrábamos. Nos dieron unos audífonos que, a pesar de que no cancelarían por completo el ruido, tampoco nos lastimaría los oídos por ser nuestra primera vez escuchando tan cerca un disparo.

El blanco al que teníamos que disparar eran maniquíes con dos enormes círculos, el más grande abarcaba desde la parte baja del cuello hasta el abdomen, mientras que el circulo más chico estaba de la nariz hasta la frente y en esos círculos había más círculos, nosotras teníamos que disparar en la parte del tórax lo más cerca al centro que nos fuera posible.

Comenzaron los disparos, a pesar de que teníamos los audífonos puestos el sonido era estruendoso, podía sentir cada vibración que causaban, las manos me temblaban cada vez que escuchaba un nuevo disparo.

Muchas balas, sin embargo, ninguna acertaba al maniquí, todos impactaban contra la placa de metal.

Por fin había llegado mi turno, pase al frente con mucho miedo, tome el arma con ambas manos tratando de hacer todo lo que me habían dicho. Mientras más levantaba la pistola, más se aceleraba mi corazón, no recordaba como respirar y sentía que en cualquier momento vomitaría. Tenía la mirada fija en el objetivo, entonces ¿que estaba esperando para disparar? Uno, dos, tres... los segundos pasaban muy lento, estaba tan concentrada en el arma que no me di cuenta cuando la comandante Amelia me hablo.

- ¡Tienes que disparar el día de hoy! - grito con furia.

Al principio no la escuche, pero un instante después supe lo que decía. Observé el objetivo una vez más y apreté el gatillo. Vi una luz saliendo del cañón, un poco de humo, pequeños fragmentos que se impregnaban en mi mano, el cartucho cayendo al suelo lentamente y lo más importante, la bala en dirección al maniquí. Lo estaba viendo todo, lo estaba sintiendo, partícula por partícula, el mundo había decidido ir más lento, o ¿era yo la que había ido muy rápido?

No podía mover mis manos, ni la cabeza u otra parte de mi cuerpo, sin embargo, mis ojos estaban siguiendo todo, mis oídos que estaban tapados por los audífonos podían escuchar la respiración de todos, el sonido de sus corazones, el tic tac del reloj, el clac de las pistolas que estaban a punto de dispararse.

Jabón, tierra, sudor, la comida, pero sobre todo pólvora, mi nariz percibía mejor los olores. Por unos instantes pude ver detenerse el mundo.

- ¡En el blanco! - grito el comandante Bridge con mucho asombro.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora