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 ¿Cuánto tiempo habré dormido esa noche? ¿Tres o cuatro horas? No recuerdo muy bien, lo que si recuerdo es lo sola qué me sentía y el gran silencio que había en la habitación.

Al nivel que me encontraba no llegaba ni una pizca de luz, por lo que perdí por completo la noción del tiempo. Me di cuenta de que ya era de madrugada cuando tocaron a mi puerta. Era un soldado que venía a despertarme, consigo traía el desayuno, ademase eso me entrego la caja de Olivia.

Acomode la caja al lado de la flor de George. Me quede mirando las tres cosas como si esperara que algo sucediera. Tal vez si estaba esperando algo, que esto fuera un sueño, deseaba poder despertar pronto.

El desayuno al igual que la cena era diferente al que daban en el comedor, sabia mil veces mejor, pero al encontrarme completamente sola y en total silencio no lo pude terminar. Tome un baño y me cambie de ropa, de nueva cuenta esta era de color negro, me senté en mi cama y espere a que alguien viniera por mí. No paso mucho tiempo cuando tocaron a mi puerta, abrí y era el comandante Lewis.

- Buen día señorita Brown - dijo el comandante Lewis - Espero que haya descansado bien porque hoy será un día muy ajetreado.

- Así fue - conteste.

- En ese caso, sígame - cerré mi puerta y lo seguí, entramos al ascensor y nos dirigimos al tercer piso. Al llegar la puerta se abrió y quede asombrada, era una enorme sala de entrenamiento, mucho más grande que las que se encontraban en la superficie-. Aquí entrenara señorita Brown, este cuarto antes lo usaban los soldados de élite, la mayoría se encuentran en misiones, por lo tanto, la hemos destinado exclusivamente para su uso personal y le hicimos modificaciones pues con la fuerza y velocidad que ahora posee las armas convencionales le resultaran juguetes de niños.

Comencé a explorar aquel lugar, cada vez que volteaba a cualquier dirección me sorprendía más y más.

 Había armas de todo tipo, espadas, lanzas, flechas y muchas otras de las que no sabía su nombre. Una pista de obstáculos enorme, también había un cuarto de disparos rodeado por un gigantesco vidrio, en su entrada tenía un panel de control en el que se indicaba que los objetivos eran hologramas los cuales podía controlar la cantidad y la velocidad que podrían tener.

Seguí caminando hacia otro lugar, encontré pesas de diferentes tamaños y diferentes pesos, la más liviana era de unos doscientos kilogramos e iban en aumento. Me resultaba difícil creer que ahora podía aguantar esa cantidad, cuando antes no podía ni levantar cincuenta kilos.

A pesar de ser tan impresionante no me sentía a gusto, estaba incomoda por la cantidad tan abrumadora de cámaras que tenía aquel sitio, sin embargo, podía sentir otras miradas, como si me observar más de cerca y tal vez así lo era.

Ya era suficiente de explorar, regrese con el comandante Lewis para esperar sus órdenes.

- Espero que le haya gustado el lugar - dijo él.

- Me gusto - conteste.

- Antes de irnos a nuestro siguiente destino me gustaría pedirle una cosa señorita Brown.

- Adelante.

- La lanza que se encuentra en aquel lugar - señalo a una esquina del cuarto, ahí había unas armas y entre ellas estaba la lanza -. ¿Podría lanzarla hacia aquel blanco de metal? - ese blanco estaba al otro lado del cuarto, no podía negarme así que asentí.

Fui hacia la lanza, me encontraba muy nerviosa, era imposible que pudiera acertar a tan larga distancia. Al llegar observe la lanza por unos momentos, era de metal y un poco más alta que yo.

La tome con la mano derecha, se sentía muy liviana, como si solo estuviera sosteniendo un lápiz de madera. Me di la vuelta y miré hacia mi objetivo, a pesar de que estaba a una gran distancia lo podía ver con claridad. Levante la lanza, me puse en posición, tomé aire y la lance.

Los centuriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora