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Estaba tan nerviosa que podría vomitar aquí mismo, no sabía exactamente qué podría vomitar, ya que solo me había alimentado de ensalada y agua, mucha agua, para evitar vomitar en el viaje y ahora mismo, que podía sentir como vomitaría si abría la boca. Seguí caminando para ir hasta la salida, luego de todo los trámites y cosas que tuve que hacer, estaba cansada, quería acostarme y dormir mil años, pero no quería volver a sentarme en mi vida, he quedado traumada con el viaje y para mi mala suerte, he dormido muy poco, sin duda alguna, soy mi peor enemiga.

Hola, ¿es usted Emilia? — me preguntó un caballero que tenía un cartel con mi nombre y yo asentí, Charles me había dicho que vendría a buscarme un señor que era alguien de confianza de la familia o algo así.

Si, soy yo, ¿usted es Miguel cierto? — sonreí amablemente mientras estrechábamos nuestras manos.

Si, soy yo.— me ayudó con mi maleta y salimos del aeropuerto.— El señor Charles... — hizo una pausa para mirarme mientras colocaba mi maleta en el maletero del coche y yo la miraba sorprendida, no sabía que hablaba español.— ¿le molesta si hablo español o prefiere que hable inglés?

— No me molesta para nada, incluso lo agradezco.— sonreí mientras caminamos y el señor me abría la puerta de atrás del auto.— Señor Miguel, ¿me puedo sentar en el asiento de copiloto? Es que me sentiría rara si voy atrás, ya me siento rara con la situación la verdad, pero si no quiere no hay problema.— sonreí mirándolo.

— Claro que si, mi niña.— soltó una leve carcajada y yo me adelanté para abrir la puerta del copiloto yo misma.— se llevará excelente con mi hija, ya lo estoy viendo.

— ¿Tiene una hija señor Miguel? — pregunté cuando se subió al auto y lo puso en marcha.— Disculpe si hago muchas preguntas, si no quiere responder, no hay problema.— sonreí mientras me colocaba el cinturón rezando que si quiera responderlas, necesitaba mantener mi mente ocupada o definitivamente vomitaría de los nervios.

Siempre pensé que los primeros días de clases o cuando tenía que presentarme frente a mis compañeros en los primeros años de universidad, eran los peores días para mi, mis nervios eran tantos que casi no podía dormir el día anterior, pero hoy estaba experimentando un nerviosismo que jamás había sentido en mi vida, quería vomitar, llorar y sentía que iba a desmayarme con el simple hecho de pensar en que conocería a Charles, no quiero ni imaginarme cuando lo tenga en frente.

— No se preocupe, tengo la costumbre de responder miles de preguntas.— soltó una carcajada y yo me sentí más tranquila.— si, si tengo una hija, tiene 24 años.— lo miraba atenta mientras lo escuchaba.— y por favor señorita Emilia, no me trate de usted por favor.

— Lo siento, pero usted, digo tú, tampoco me trates con tanta formalidad, por favor.— ambos reímos mientras asentimos, lo conocía hace menos de 10 minutos y ya me sentía en confianza y mucho más tranquila.— Miguel, ¿donde hay un pequeño local para comprar una tarjeta sim? — miré mi celular, ya que no tenía señal y mucho menos internet.— mi mamá se volverá loca si no le aviso que llegué.

— Oh, verdad, aquí tiene.— dice sacando un pequeño paquete que dentro tenía una tarjeta sim.

— Muchas gracias, ¿cuánto te debo? — hablé mientras le colocaba la nueva tarjeta a mi celular y dejaba la otra bien guardada para que no se me pierda, para luego hablarle a mi madre inmediatamente o se pondría histérica.

— A mi nada, el señor Charles fue que lo compró, así que debes hablar con él cuanto le debes o como le pegarás.— abrí mis ojos y miré por la ventana, podía sentir el calor de mis mejillas.

No debió mencionarlo, porque mis nervios comenzaron otra vez a hacerse presente y quería vomitar, pero a su vez también me dio hambre, ni yo misma me entiendo.

Distancia || Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora