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Comenzaba a dar círculos por el living intentando calmar mi respiración y calmarme a mi misma.

No podía creer que tendría la conversación que siempre quise tener en el pasado y que ahora mismo me aterra.

Me senté otra vez en el sofá. Había repetido el ciclo de levantarme, caminar y sentarme, desde que Miguel me había avisado que ya había recogido a Charles en su casa.

Me encontraba en el hogar de los Aguilar, ya que aquí era el mejor lugar donde podríamos hablar, no donde yo vivía, no dónde el vivía y mucho menos en algún lugar público para que todo el mundo se enterase y me metiera en problemas con mi novio, mi trabajo y mucho menos mi suegro.

Me levanté quedándome paralizada cuando vi como la puerta de la entrada se abría, dejando ver cómo entraba Miguel seguido del piloto.

Ambos nos mirábamos fijamente, sin decir ninguna palabra. Yo con suerte estaba respirando ahora mismo. Ninguno se movía, ni daba un paso más, estábamos a una distancia prudente.

Bueno chicos.— aclaró su garganta el mexicano, provocando que ambos lo mirásemos. — están en su casa, pueden hacer lo que quieran, menos cochinadas por favor.— bromeó y yo solo hice una mueca ante su comentario. Ni siquiera lo había pensado.— chicos, es su oportunidad de decirse todas las cosas que quieren, no se guarden nada y dense una oportunidad, se lo merecen.— me sonrió amablemente y yo le devolví la misma sonrisa, luego miró al monegasco para también sonreírle.

Miguel salió de su casa, dejándome con el piloto completamente sola y yo solo quería vomitar.

¿Quieres agua? — extrañamente hablamos al unísono, provocando que ambos soltásemos una pequeña risa nerviosa.— no, gracias.— respondimos otra vez al unísono, provocando que comenzara a reír para sentarme otra vez en el sofá.

Este pequeño intercambio de palabras había provocado que mis nervios se disiparan un poco. Cerré los ojos frotando mis manos en mi pantalón, esperando a que Leclerc hablara.

Pero no lo hizo, abrí un ojo para poder mirarlo y el seguía parado mirándome fijamente y además de ponerme un tanto nerviosa, me daba un poco de miedo.

Leclerc, por favor habla ahora o te vomitaré otra vez.— dije ahora abriendo mis dos ojos para poder mirarlo. Hablé en un tono amable.

¿Por qué estaba siendo amable con el?, tenía que ser mala, irritante, desagradable, todo lo malo.

Pero simplemente no podía ser mala con él y no podía explicarme la razón.

Si lo haces, prometo esta vez no salir corriendo.— pude sentir como se relajó y se sentó a mi lado, guardando la distancia.— estoy nervioso, Mimi.

— Yo también.— admití sin mirarlo.— y no me digas Mimi, ya nadie me llama así, así que dime Emilia por favor.

— Está bien, lo siento.— lo miré de reojo y realmente él estaba nervioso.— Emilia, prométeme que no me interrumpirás y me escucharás completamente lo que te diré.

— Está bien.— fue lo único que alcance a pronunciar, porque el nudo en mi garganta comenzaba a doler.

Era un nudo que contenía muchas emociones; llanto, nerviosismo, miedo, pánico, etc.

Mira, sé que todo lo hice mal y soy un gran idiota.— cuando comenzó a hablar, me arme de valor y lo miré, porque sentía que si me contaría la verdad, tenía que ser mirándome a los ojos.— fui un idiota al decirte esa noche en el hotel que tú y yo no fuimos nada, porque ambos sabemos que no era eso cierto, yo tenía súper claro que nosotros si teníamos algo. Simplemente lo hice para quitarme un poco la culpa en ese momento, para no sentirme más mal de lo que me sentía haciéndolo, pero no me quitaré la responsabilidad sobre lo que tuve con Alexandra mientras nosotros dos estábamos juntos. Yo sabía perfectamente lo que estaba haciendo con ella y aunque me carcomiera la culpa, no me quita la responsabilidad y eso lo tengo clarísimo.

Distancia || Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora