Al día siguiente todo parecía ser normal.
Estaban los jóvenes afuera acostados en el césped del estanque de Alexandria. Miraban las nubes e imaginaban sus formas, tal como lo hacían en la prisión.–Eso es un... sombrero– dijo Carl. ______ rodó los ojos.
El chico ya había dicho que 5 nubes que habían pasado se parecían a su sombrero.
–Por cuarta vez, no parece un sombrero. Eso más bien parece un conejo– lo corrigió.
–Es lo mismo.
–Sí, claro– le siguió sarcásticamente.
–¿Estás celosa de mi sombrero?– la miró pícaramente.
–¿Cómo voy a estar celosa de un objeto, Carl? Idiota– él se hizo el ofendido y golpeó suavemente el hombro de su novia.
–Auch– reclamó exageradamente.
–Te lo mereces.
–No... ¡Tú te mereces esto!– ______ se abalanzó hacia el chico y le empezó a hacer cosquillas.
–¡Dios! ¡Para! ¡______ Dixon! ¡Dije que pares!– la chica no le hacía caso. Seguía haciéndole cosquillas. Él no paraba de reír.
–Nope– respondió ella.
–¿Ah, sí? Bien– Carl tomó las muñecas de su novia y cambió sus posiciones. Ahora él estaba arriba suyo, mirándola desafiante– Gané.
–Ganaste– le sonrió y lo besó.
Venía alguien así que se separaron rápidamente. Nadie sabía sobre su relación, nadie excepto Rick y Maggie.
Era Ron. Los había visto.–¿______?– la llamó.
–Hola– saludó ella mientras se paraba.
–¿Qué hacían?– él sabía perfectamente lo que estaban haciendo– ¿Interrumpí algo?
–De hecho, sí– dijo Carl fríamente llegando a donde se encontraban los dos chicos antes.
La joven le dió un codazo que lo hizo quejarse.
–¿Sucede algo, Ron?– volvió al tema ella.
–Venía a verte para poder ir a leer cómics en mi casa otra vez. Me divertí mucho contigo el otro día–Carl levantó las cejas, indignado. Obviamente sin que ninguno de los dos lo notara.
–Lo siento tanto. Estoy con Carl ahora. Pero puedo ir mañana– Ron miró mal al joven Grimes y no dijo ni una palabra. Se fue.
–Idiota– soltó por fin el chico.
–Solo quiere amigos– lo defendió ______.
–No. Quiere robarte– se iba a ir de ahí, pero su novia lo siguió.
–¿Robarme? No soy un objeto– se defendió.
–Sé que no lo eres... Pero no entiendo cómo no te das cuenta de que le gustas a Ron– paró.
Ella solo suspiró.
–Lo sé... No quería herir sus sentimientos. Pero eso no importa porque no cambiará lo que tenemos. Te quiero solo a ti– la chica tomó las manos de su novio y él sonrió tímidamente.
A lo lejos se escucharon gritos y sonidos de cristales rompiéndose. Se miraron asustados y corrieron hacia el sonido.
Eran hombres armados que atacaban a los habitantes de Alexandria.–Tenemos que entrar a la casa– dijo Carl y tomó la mano de su chica, llevándosela dentro de la casa en donde se encontraban Carol y Judith.
–_____, Carl. ¿Qué está pasando?– salió preocupada la mujer.