Arlette Torricelli, una chica hermosa con una sonrisa angelical, con ese par de ojos peculiares grises y una carita inocente, ocultaria un secreto y un pasado que la atormenta desde que era una pequeña niña.
Frey Stein es un chico callado, reservad...
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-No creo que te haga bien estar aquí.- le dice Aegan con un tono serio.
-¿Crees que me vuelva a quitar la vida?- pregunta con un tono amargó pero burlón al mismo tiempo.
-No es gracioso.- responde Aegan.- Ve antes que me arrepienta.- Arlette no contestó y bajo del carro.
Había pasado un año desde aquel día que nuevamente su vida se vino abajo, estuvo internada en un psiquiátrico durante ese tiempo, hasta unas semanas que la dieran de alta pero siempre en observación, terapias y sobre todo medicación.
Caminaba por el cementerio hasta donde le habían dicho que estaba el único hombre que había amado, no estaba segura de ir, pero quería despedirse como era debido. Al llegar frente a la lápida, no hubo lágrimas como alguna vez se lo imagino, estaba allí sin gesticular alguna expresión.
Se arrodilló y quitó algunas hojas secas que la cubrían, los recuerdos vinieron a ella, como aquellas promesas que hicieron juntos...
-Eso de que el amor es una pérdida de tiempo...- suspira.- Es toda una mentira, pero de lo que sí estoy segura, es que te hace débil y... y es el que más daño te hace...- ríe sin gracia.- Pero no me arrepiento de haberte amado como lo hago, ni menos a verme ido a vivir contigo, ni nada en realidad... Dudo que vuelve a amar a alguien, porque nadie se podrá ganar lo que tu hiciste... Si no es contigo no es con nadie.- se levantó.- Te amo Nicolás.
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-Necesito verla...
-Frey.
-Necesito saber si está bien.- súplica.- Tú sabes que si me quedo más tiempo acá, voy a cometer una locura.
Kaia miraba a su hermano comprensivo, ya que ella también quería saber el estado de su mejor amiga. Desde que las habían rescatado, no habían logrado ver a Arlette ya que de inmediato se la llevaron a un hospital.
¿Cuál?
Ese era el punto, ninguno sabía en donde la pudieron llevar. Kaia miró a su hermano y suspiro teniendo en cuenta a quien podía llamar y preguntar.