—¿Qué fue lo que te dijo? —cuestiona Hvitserk con una risita, algo molesto por las acciones de Ivar.
—Lo arrepentido que está por hacerme eso, y también por hacer lo que hizo contigo. Él sabe que fue cruel, y que merece cualquier tipo de castigo que los dioses tengan destinado para él —esa forma en que Frida lo ha narrado no le da buena impresión al chico, él sabe lo que pasa.
Deja de ver la expresión de tristeza de Frida que intenta buscar su aprobación, y observa hacia abajo del palacio, dónde se encuentra toda esa gente comerciando y conviviendo.
—Y tú le creíste —Frida entiende lo mal que eso luce.
—Yo no sé qué sentí.
—Es por eso que Ivar hace lo que hace, siempre tendrá tu aprobación. Necesita el apoyo de alguien para pensar que hay algo bueno en él, pero no lo hay. El Ivar que conocías a muerto ¿Lo olvidas? Y no sólo eso, se aprovecha de tus sentimientos porque sabe que en el fondo no ha cambiado nada de lo que sientes por él. Sigurd tenía razón, se aprovecha de ser un lisiado para despertar pena y compasión, y que todos lo vean con lastima.
—Ni siquiera te he dicho lo que siento, y ya has descifrado todo eso, ¿en verdad? ¿Qué se suponía que hiciera? ¿No debía darle la oportunidad de hablar?
—En el fondo era lo que querías, ¿no es así? Querías escuchar lo arrepentido que está, quieres convencerte de que él ha cambiado, y que hay posibilidad para que realmente esté arrepentido.
—Quiero hacerlo sufrir. Nunca olvidaré lo que me hizo, deseo que pague —Hvitserk sonríe, y se gira para verla a los ojos de nuevo.
—Pasa lo mismo que cuando lo abandonaste. Sigues amando a Ivar, te sigue importando, si no lo hiciera ni siquiera sentirías rabia por él.
—¿Acaso no es lo mismo que sientes? ¿No quieres vengarte?
—No. Creo que Ivar ya tiene lo que se merece, o al menos lo tenía antes de encontrarte de nuevo. La idea de tu muerte habría sido suficiente para atormentarlo cada día de su vida, era lo que más le dolía, pero ahora tiene una oportunidad de obtener tu perdón, y ese hecho le da esperanza, Ivar no merece esperanza. Y en ese caso, yo habría preferido que realmente los lobos de hubiesen devorado.
Frida suelta una risita furiosa.
—Tu rabia hacia mí no se ha ido. Es increíble que desees mi muerte.
—Te amo Frida. Eres un regalo de los dioses, y por esa misma razón sé que lo mejor para ti era morir, o jamás haber vuelto a encontrarte con Ivar. Te amo tanto que no me gustará verte sufrir de nuevo a causa de él. Pero aquí estamos, y él nos joderá de nuevo.
Hvitserk no puede soportarlo más, y se mueve para caminar dentro del palacio. Frida sólo lo ve marcharse. Él tiene razón, ella le creyó a Ivar, y eso no es muy coherente. Frida va tras Hvitserk, quien sin notarlo entra a su habitación.
Él está cansado. Esa conversación con Frida no sólo lo dejó mal, sino que lo hace sentir furioso y miserable. Ahí está Ivar, arruinando su felicidad de nuevo. De pronto sólo escucha el sonido de la puerta cerrandose. Al girarse ve a Frida, quien no duda en ir directa a él y lanzarse a besarlo con pasión y deseo.
Apenas él sujeta esa cintura, ella intenta deshacerse de esas prendas que cubren aquel torso. El hijo de Ragnar, encantado, deja que ella haga lo que quiera con él.
Ambos son demasiado discretos, otorgándose mutuamente el privilegio de escuchar esos gemidos y sonidos que delatan su satisfacción, en un volumen audible sólo para ellos.
Ambos se tocan con deseo, el mismo con el que se tocaron la primera vez que tuvieron sexo en aquella cabaña de Hvitserk. Extrañaban ese sentido de pertenencia, sus manos acariciándose mutuamente, y la fusión de sus cuerpos que los hacía olvidarse de todo a su alrededor.A pesar de la ceguera que el deseo impone sobre ellos. Al tenerse desnudos de nuevo, Hvitserk puede ver cicatrices que antes no había en ese cuerpo terso y blanco: las marcas de todas las heridas que la divina Frida ha sufrido a causa del mundo mortal al que no pertenece. Ante esto, Hvitserk tiene más cuidado al cuidarla y penetrarla, sin dejar de mostrar esas ansias insaciables que muestran sus manos cuando tocan esa piel.
Y cuando ambos llegan a ese delicioso orgasmo, se mantienen abrazados, deseando que ni siquiera el tiempo pueda separarlos, pensando que esa es la única forma en que pueden estar juntos: la complicidad del sexo es maravillosa.
—¿Qué harás con Ivar ahora? —cuestiona él, manteniendo a Frida abrazada, acariciando esa desnuda piel.
—¿Realmente te preocupa? ¿Qué más da? Pasará lo que deba pasar.
—¿Tú y yo qué somos? —Frida se levanta un poco, para encararlo.
—¿A qué te refieres? —Hvitserk observa confusión, y pánico en esos ojos, y eso le parece divertido, por eso sonríe.
—Algún día fuimos amantes, quiero saber si lo seguiremos siendo para siempre, o tengo oportunidad de convertirme en tu esposo —Frida no logra encontrar las palabras para responder a ello.
—Hvitserk yo... Yo no estoy lista para eso. Ya no. Sé que tú no tienes la culpa de esto, pero no deseo volver a casarme. Me gusta mi libertad, es lo único que me pertenece, aunque a veces parezca que no la tengo, siempre tendré la elección de la muerte. Lo siento.
—Está bien —menciona con una sonrisa algo melancólica—. Siempre te lo he dicho, no me interesa si sólo me usas para vengarte, quiero servirte, aunque sea como un tapete.
Frida se acerca para besarlo de nuevo, de una forma comprensiva, cálida y amorosa.
—Aún no sé de qué forma me vengaré de Ivar, pero cuando lo haga, deseo que sigas amándome, y que no guardes rencor por todo el tiempo que te he hecho esperar. Espero que puedas perdonarme, y aceptar los trozos que queden de mí.
Hvitserk sólo la sujeta por la nuca y se acerca, para besarla de nuevo. Ese beso indica una promesa. Él jamás podría dejar de amarla, cualquiera que tiene la oportunidad de tan sólo besar la mano de Frida no desaprovecha la oportunidad. Hvitserk sólo intenta demostrar que a pesar de todo, él la amará hasta el final de sus días.
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FRIDA [Parte II] (Ivar The Boneless)
FanficLargos caminos de miseria y sufrimiento. Sin embargo, aunque todos hubieran sido claros, tal vez no habría diferencia. Si los dioses no lo hubieran querido, jamás nos habrían reunido. ¿Acaso los dioses gozan con ver nuestra angustia al borde del a...