—Aún no sé a qué debo su agradable visita —Frida saca de sus pensamientos perversos al príncipe, quien enseguida le responde con una sonrisa demasiado sincera e inocente.—He decidido esperarla para desayunar juntos. Espero que mi comportamiento no le parezca extraño, no hemos tenido el placer de conversar en privado.
—Me halaga príncipe Oleg, demasiado —ese hombre comienza a sonrojarse, Frida ha decidido retomar esa actitud petulante que provoca a los hombres como Oleg, esa misma actitud que la hace lucir más inalcanzable de lo que ya es.
—Vamos reina Frida, hasta ahora no nos hemos conocido como deberíamos. Creo que es momento de comenzar.
—Espero que su esposa, la princesa Katia, esté de acuerdo —Oleg suelta una risita.
—Hoy ha venido una de sus hermanas, estará ocupada durante el día —ambos se sonríen.
—Bien, estoy hambrienta.
Pronto ambos caminan gustosos a ese comedor. Apenas se sientan, Oleg ordena a sus sirvientes que lleven la comida. Apenas lo hacen, el rey ordena a todos que salgan. Realmente sólo se encuentran ellos dos en ese enorme comedor Rus. Frida temé, pero no lo demuestra, ha aprendido a ocultar sus emociones para su sobrevivencia.
—Aún sigo realmente intrigado sobre ti. Espero que no te moleste si me dirijo a ti como si fueras mi igual, sé que estás muy por arriba de mí —Frida suelta una risita.
—Está bien, príncipe Oleg. Aún no sé qué es lo que podría interesarle de mi vida.
—¿Por qué has decidido no tener un esposo? Ibas a casarte, aún no comprendo por qué dejaste de ser reina.
Frida fue advertida por Ivar. El chico no sería tan tonto cómo para armar una historia, y que después la mujer que ama termine contradiciendo y condenándo a ambos.
—No fue una elección dejar de ser reina. Fue lo natural, príncipe Oleg. Me capturaron, perdí a mi esposo.
—Nunca lo amaste en realidad, ¿cierto? De haber sido así, no te hubieras enamorado del príncipe sajón —Frida sonríe al recordar a Aethelred.
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FRIDA [Parte II] (Ivar The Boneless)
FanfictionLargos caminos de miseria y sufrimiento. Sin embargo, aunque todos hubieran sido claros, tal vez no habría diferencia. Si los dioses no lo hubieran querido, jamás nos habrían reunido. ¿Acaso los dioses gozan con ver nuestra angustia al borde del a...