Todo ocurrió de la nada... o eso quería creer.
Después de aquella explosión, todos salimos del aula para ver de qué se trataba, pero no había nada raro en las mazmorras.
—De seguro la explosión fue arriba. —comentó Ron, señalando la escalera, asentimos y fuimos los primeros en subir.
Ahogué un jadeo al ver tal escena.
MORTÍFAGOS.
Harry me jaló del brazo, llevándome junto a nuestros dos amigos hacia un pasillo para salir de ahí.
—¿¡Porqué mierda son tantos?! —pregunté alterada.
Harry apretaba los ojos, tratando de pensar en algo.
Mi único pensamiento fue obvio: Newt.
—Scamander... —solté de golpe, dejando a mis amigos confundidos.
Salí apresurada del pasillo, con los chicos corriendo detrás de mi.
Estaba en su clase de transformaciones, conozco un atajo.
Gracias a Merlin había memorizado muy bien los pasadizos del mapa del merodeador.
Los chicos me alcanzaron mientras movía aquel cuadro.
—¿¡Estás loca?! —grita Hermione.
—Perdón, se que fue muy inmaduro pero no puedo estar alejada de él en una situación así.
Ellos hicieron una mueca y me siguieron hasta el salón de transformaciones, era claro que aún no se enteraban pues cuando interrumpimos el salón la profesora nos lanzó una mirada de confusión.
—Mortífagos. Cientos. Abajo.
Los estudiantes se alarmaron y la profesora los trató de controlar para poder salir a verificar.
Busqué a Newt entre sus compañeros hasta que lo encontré, al verme se puso de pie y corrí a abrazarlo.
—¿Dijiste... mortífagos? —pregunta, tenía una expresión de total confusión y sorpresa.
—Mortífagos. —afirmé —Newt, tengo miedo.
Ambos entendíamos el por qué, así que solo me abrazó con más fuerza.
Unos minutos después el ruido había llegado hasta el salón de transformaciones, poniéndonos a todos aún más nerviosos.
—Escuchen todos, —dijo Harry subiéndose a una mesa —hay un pasadizo detrás de la estatua que está girando el pasillo de la derecha, el cerdo, en caso de que creamos que los mortífagos vienen podemos utilizarlo para salir de aquí ya que da a un lago cerca de la casa de Hagrid. —todos asienten haciendo caso a Potter y guardan la calma, evitando el pánico.
Poco tiempo desperté se escuchaba como el ruido se acercaba más a nosotros.
—Es hora, vámonos. —dijo Harry con voz firme.
Lo más ordenamos posible corrimos hacia la estatua que dijo, mi varita se cayó al suelo así que solté la mano de Newt para poder rejuntarla.
Justo cuando me agaché para tomarla pasó por donde anteriormente estaba mi cabeza un petrificus totalus.
Jadee de sorpresa al ver al hombre encapuchado en la otra punta del largo pasillo.
—¡Ah, todo por querer atinarle a la cabeza! —se queja, otro hombre igual aparece detrás de él.
Newt llega y me jala del brazo.
—Anda, lo importante es llevarnos a la niña viva, a los demás puedes matarlos. —dice su compañero.