Capítulo 18: ¿No es fácil para mi?

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La residencia de la familia Diavolo estaba a las afueras de Roma y parecía a simple vista una casa normal en medio del campo con colores alegres y un columpio de madera en la zona del jardín. Podría parecer algún tipo de residencia familiar, pero ni siquiera había movimiento. Me pregunté si el lugar era el indicado, pero aún así decidí ingresar por la puerta trasera forzando la estructura de la primera barrera que estaba cubierta con mosquitera y después sacando un par de ganzúas para hacer lo mismo con la segunda puerta.

Al empujarla rechinó y me detuve, pensando en si mis movimientos habían alertado a alguién, pero después de cubrirme en un lugar seguro y esperar lo suficiente llegué a la conclusión de que en el lugar no habitaba nadie.

Bajé mi arma y volví hacía la entrada, deslizándome por la abertura que había creado. El lugar olía a encierro y polvo, en el suelo parecía haber una capa de tierra que se elevaba ligeramente con cada paso que daba.

La garganta me picó, pero continué caminando dentro, dándome cuenta de que Massimo me había engañado y solo enviado a una dirección cualquiera en medio de la nada. Aún así, decidí el camino de la desconfianza y mantuve los ojos abiertos levantando una linterna para iluminar dentro de la residencia.

Había en primera instancia muebles cubiertos por sábanas blancas, la madera crujía por si sola dados los restos del tiempo y al menos pude ver a una rata correr desde la barra hacía un agujero en la pared inferior cercana a unas escaleras con barandales negros que daban al segundo piso. Hice una mueca esperando que no saliera su familia para presentarse y di otra serie de pasos hasta el pie de las escaleras.

Entonces decidí subir, procurando no tocar mucho por temor a que alguna estructura cediera y llegué al segundo piso donde se extendía un largo pasillo de puertas gastadas y astilladas que parecían al punto del colapso, pero solo una estaba abierta. Me acerqué hasta llegar al final y entrar por el umbral para ver paredes pintadas de rosa y una cuna blanca en medio que hacía buen contraste con el resto de muebles en la habitación de una niña rica que tenía todas las adecuaciones correspondientes.

Me dirigí hacía un pedazo de madera blanca que estaba caído en el suelo y lo volteé para ver la inscripción "Ángel" en una bonita letra cursiva negra.

¿Ángel? ¿Era un nombre? Pero, observé algunos agujeros pequeños en el suelo, otros en la pared y hacía la cuna. Me dio la sensación de que aquí había pasado algo desagradable, ¿La niña estaría bien o...? Escuché pasos en el nivel inferior, pesados, como si pertenecieran a un hombre.

Caminé de regreso, siendo mucho más silenciosa hasta inclinarme bajando por la pared y quitando una bomba de humo de mi fornitura. Respiré profundo, escuchando en silencio como se desplazaba por el suelo, hasta que se colocó en línea de las escaleras. Entonces me di la vuelta y lancé primero la bomba, después tomé mi arma y disparé en diferentes puntos a ciegas, tratando de darle, pero al no escuchar ningún cuerpo caer me incorporé y corrí hasta la habitación que estaba abierta para buscar un segundo escudo en lo que se recuperaba del humo, pero no esperaba que fuera tan rápido y de pronto me tacleara, derribándome al suelo. Me di la vuelta apuntando a su cabeza, pero mi mano fue golpeada cuando apreté el gatillo, tirando mi arma lejos, aún aproveché mi mano libré para golpear su garganta sin preocuparme por ver su rostro en una situación de vida o muerte. Lo escuché ahogarse y me impulsé hacía atrás, liberando mi cuerpo y golpeando su pecho con una de mis rodillas.

Me incorporé a tiempo, solo un segundo antes que él y levanté mi pierna para golpear a la cara, pero me tomó por el tobillo y me estampó contra la pared. Sentí que mi cuerpo entero se sacudía y ahogue un jadeo de dolor, pero me recuperé para saltarle encima y enredar mis piernas en su cuello para derribarlo, pero de nuevo terminé siendo tomada como una muñeca, interceptada a la mitad y de espaldas en el suelo. Tomé mi navaja y me incorporé para continuar peleando cuando sentí el cañón de un arma en mi cabeza. Entonces fue cuando Edward Carswell y yo nos miramos directamente a los ojos.

Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora