La doctora se dio vuelta cuando escuchó el sonido de la puerta ser cerrada, dirigiendo su atención a Edward.
- ¿Y usted? ¿Tiene algún parentesco con mi paciente? - Le preguntó con voz tensa.
- Soy su esposo.- Edward respondió sin quitar su mirada de mí. Me abracé a mi misma, sintiéndome vulnerable con la palabra embarazo reproduciéndose en mi cabeza sin detenerse.
- ¡Ah! ¡Perfecto, señor Caruso! ¿Quiere entrar junto con ella al ultrasonido? - La doctora preguntó acercándose al tripié al lado de la cama y cerrando la solución para entregármela e iniciar el desplazamiento, pero Edward se adelantó cuando me acerqué a la orilla de la cama y me cargó entre sus brazos. Me sujeté de sus hombros, sin poder verlo a la cara.
- Yo iré con Bianca.- Avisó Alessandra antes de desaparecer primero por la puerta, después la doctora que nos guió hacía otra sala cercana que tenía una camilla y el aparato del ultrasonido de lado. Edward me colocó sobre el colchón y la doctora procedió a explicarme lo que haría antes de iniciar el aparato, para después colocar el gel y empezar el procedimiento. Pareció desplazarlo por mi abdomen plano, buscando algo hasta que se detuvo.
- ¿Ven eso? - Señaló en la pantalla lo que parecía ser un semicírculo no muy bien definido y otra estructura justo debajo que tampoco tenía tanta forma, pero definitivamente era "algo". Me mordí el labio mientras la doctora lo capturaba y después picaba algunos botones.- Parece como de seis semanas aproximadamente. Vamos a ver si ya tiene un latido... Ah, si. Escuchen.- En el altavoz del aparato se escuchó un rápido retumbar con un ritmo constante, sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas y me cubrí el rostro sin saber que demonios hacer más que llorar. La doctora disminuyó el volumen y me acercó pañuelos desechables.
- Lo siento.- Me disculpé tomándolos. Me sentía abrumada por lo que este embarazo significaba, pero todavía más porque ni siquiera estaba teniendo tiempo para procesarlo como para también sentir la mirada de Edward sobre mi.
- Está bien, es la emoción.- Sonrió con amabilidad poniéndose de pie después de verificar su teléfono que comenzó a sonar con una llamada.- Discúlpenme un momento.- Salió, dejando la sala en un pesado silencio.
- Seis semanas.- Edward se cruzó de brazos.- ¿No dijiste que habíamos tomado precauciones?
- S.. qu... den....- Susurré con voz ahogada. Edward dio varios pasos hasta estar a solo poco espacio de mi.
- ¿Qué? - Cuestionó.
- Se que.. tro...- Repetí a regañadientes y mal. En verdad no quería preguntas, solo, solo...
- Habla bien, Adele.- Demandó con voz autoritaria, haciéndome sentir peor. Sentí que las lágrimas se deslizaron con mayor facilidad a través de mis mejillas, pero obedecí.
- Se quedó dentro.- Lloré.- El condón se quedó dentro porque no lo puse bien y después cuando compre...- Respiré en medio de los sollozos.- Cuando compré la pastilla de emergencia no funcionó y... y...- Lo miré.- Lo siento, lo siento.
Edward ya ni siquiera parecía furioso, me observaba con una frialdad que me perforaba y me lastimaba más que nada. Me encogí sobre mi misma, llevando mis piernas hacía mis pechos, respirando rápido y a punto de entrar en un ataque de pánico cuando la doctora entró y pareció sorprendida por lo que encontró.
- ¿Todo bien? - Preguntó con cautela, pero Edward solo lo empeoró todo girándose hacía ella.
- ¿Todavía puede abortar? - Él preguntó y yo me quería morir. La doctora asintió antes de verme.
- ¿Es lo qué desean? - Preguntó, pero Edward no me dejó ni siquiera abrir mis labios antes de hacer otra pregunta todavía peor que la anterior.
- ¿Puede ser ahora mismo? - Su voz... ni siquiera reconocía al Edward frente a mí. Me dio terrible miedo ver la frialdad en su mirada, incluso después de escuchar los latidos de su corazón, de lo que habíamos creado y como solo quería deshacerse del problema.
- Hoy no.- La doctora negó.- La fecha más cercana que podría realizar el procedimiento es en una semana, pero se necesita el consentimiento firmado de ambos para ello.
- No hay problema.- Edward dijo.- Programe la fecha para dentro de una semana, entonces.
- Ehh.- La doctora solo dudó un segundo antes de asentir.- Por supuesto. Iré a programarlo en mi agenda, entonces.- Se le veían las ansias por huir de él cuando dijo las últimas palabras.- Iré por los consentimientos y a programar el legrado.- Cerró la puerta detrás de ella y yo tomé valentía por primera vez para hablarle.
- Quiero tenerlo.- Dije hacía él.- Lo quiero. No te pido que te hagas cargo, solo déjame tenerlo.
Edward negó.
- ¿Te das cuenta de las implicaciones de arriesgar a un niño en medio de una misión? - Cuestionó bajando la voz para que solo yo le escuchara.- ¿O cómo vas a explicarle que su vida fue una mentira cuando todo termine? Controlar a un niño en una situación de vida o muerte como la que enfrentamos aquí es prácticamente imposible. Si dice una palabra de más o una de menos al exterior, ¿Crees que no sería capaz de ponernos en foco de mira? ¿O qué va a pasar si nos matan? ¿Has pensado en ello? Es egoísta y terriblemente estúpido traerlo bajo estas circunstancias.
- Es egoísta matarlo.- Apreté la mandíbula antes de continuar.- Yo lo quiero.- Me llevé las manos al abdomen y lo miré.- Es nuestro hijo, es un accidente, si, pero lo quiero. No me hagas perderlo, por favor.- Lloré.- No me lo quites o...- Tragué.- Te voy a odiar, te voy a aborrecer por el resto de mi vida y buscaré la manera de destruirte, lo juro.
Edward entornó sus ojos hacía mí.
- ¿Recuerdas el contrato que firmaste al ingresar a la empresa? - Cuestionó y continuó antes de que respondiera.- ¿Recuerdas la cláusula que dice que en caso de una situación que ponga en peligro la misión estás obligada a obedecer a tu superior? - Se acercó a mí y me enfrentó directamente.- No firmes los consentimientos si no quieres y da a luz como deseas, pero recuerda la penalización en caso de romper esa regla.- Levantó su mano y fue bajando un dedo con cada corta oración.- Pierdes tu trabajo. Pierdes la oportunidad de una recomendación. Pagas la multa por tres millones de dólares. Pierdes las propiedades a tu nombre y pierdes todos tus ahorros. Piénsalo bien, Adele. Sobre todo después de amenazarme con destruirme.
Temblé sin dejar de llorar y él se alejó cuando la puerta fue abierta con la doctora que cargaba los consentimientos informados. Me ofreció una pluma y con nada de estabilidad ni mental ni física puse mi firma en cada uno de ellos sellando el destino de lo que pudo ser nuestro hijo.
Nunca me había sentido tan miserable en toda mi vida.
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Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)
RomanceAdele pasó la mitad de su vida amando a un hombre sin ser correspondida, esperando pacientemente hasta que él aceptara la tensión que prácticamente se podía respirar entre ellos, pero incluso después de casi dar la vida por él nunca recibió nada más...