Edward
Tabaco, especias y olores que se repetían.
¿Cómo no lo había podido ver? ¿Cómo había decidido pasar por alto a mi propia madre cuando estuvo mintiéndome toda la vida?
Elisabetta Leone... Emil Carswell.
No podía parar de pensar en ello.
Alineé de nuevo las plumas por colores, teniendo entre los diferentes aromas que captaba mi nariz, la tinta de las puntas.
Negro al lado del azul. El olor de los diferentes componentes como el sulfato de hierro, agallas de roble y goma arábiga se mezclaban para hacer presente el olor tan representativo de la sustancia que marcaba el papel y el olor entre ambos no era lo que me daba paz mental. Solo que el negro estuviera al lado del azul, en su lugar, como debería de ser... ¿Por qué el resto era mucho más complicado que eso?
- Señor, no hemos identificado al señor Fabbri, se creé que ha escapado con algún seudónimo o sus amigos en los altos cargos le estarán protegiendo.- La voz de mi asistente llegó frente a mi.
Oliendo a tabaco. Podría golpearlo solo por eso.
Levanté mi cabeza de mis manos hacía él y noté el aspecto desarreglado de su ropa. Había estado haciendo su trabajo, pero no era suficiente.
No con la toma de poder de los Leone y no con la captura del hombre que quiso que me deshiciera de ellos sin saberlo. ¿Y luego qué? Si ganaba, ¿Esperaba que me remordiera y me arrepintiera de matar sin saber?
¿Lo haría?
Mi madre había construido otra familia completamente aparte de nosotros y lo escondió tan bien que si no hubiera llegado directamente a la verdad por terceros, probablemente nunca me habría enterado.
- ¿Se cree? - Me burlé viéndolo.- Entonces desháganse de sus amigos, es algo tan sencillo, ¿Y aún esperan que les diga lo que tienen que hacer?
- No, señor, solo...- Se puso nervioso y trató de justificarse, pero no había nada que odiara más en este momento que las excusas.
Levanté mi mano.
- Solo cumple con lo que te pedí, Perez.- Dije con creciente irritación, despidiéndolo.
Estaba furioso y harto de toda esta situación.
Solo quería volver a lo cotidiano, quería y necesitaba un poco de normalidad en mi vida para pensar las cosas de manera coherente, porque ahora mismo no podía.
Lo que más me molestaba era que había metido a Adele en toda esta situación y no había podido controlar nada desde que todo empezó.
Solo había sido arrastrado por la mafia, por ese hombre y por ella... Apreté los dientes.
¿Qué debía de hacer una vez resolviera todo? Era consciente de que debía decirle la verdad, pero solo hasta que estuviéramos en un avión camino a casa y estuviera a salvo. También... no había manera de volver a lo que ya estaba hecho, siendo irremediable y no pensaba dejarla asumir la responsabilidad sola.
Lo mejor sería el matrimonio, pero... ¿Viviríamos juntos de nuevo? ¿Debería hacer algún tipo de contrato? Conociéndola, eso le molestaría bastante. ¿Funcionaría solo hablarlo con ella? ¿Y qué le diría?
Tenía la mala costumbre de preguntarme cosas que no sabía responder... al menos no como ella quisiera.
Entrelacé mis manos, ¿Cómo...?
- Señor...
- ¿No he dicho que te fueras, Perez? - Lo interrumpí bruscamente.
- Es sobre la señora.- Él dijo de manera atropellada.
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Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)
Lãng mạnAdele pasó la mitad de su vida amando a un hombre sin ser correspondida, esperando pacientemente hasta que él aceptara la tensión que prácticamente se podía respirar entre ellos, pero incluso después de casi dar la vida por él nunca recibió nada más...