Jaela Lars
Maximilian Wryth no dejaba de pararse lo más erguido que podía para impresionar a las señoritas, prácticamente diciendo con todo su lenguaje corporal que era militar y deberían amarlo por ello, pero ellas que no tenían ni idea de posturas o comportamientos, sólo podrían catalogarlo como extraño, aunque afortunadamente las estaba entreteniendo con su labia y diversión.
Mirando alrededor yo no encajaba en este tipo de reuniones. Todo cubierto de lujos y buena etiqueta que no nací para disfrutar. Ni siquiera podría entrar si Maximilian no me hubiera invitado, para evitar estar obligado a traer otra acompañante que para sus padres bien podría significar "pensar en casarse con ella", excepto yo, porque yo no pertenecía a su sociedad y por ello ni siquiera me contaban más que una humilde amiga de su hijo.
En realidad no me molestaba y solo estaba aquí buscando una cosa... a una persona en realidad y él a veces estaba presente cuando la reina salía a grandes eventos o exteriores a palacio.
Me mordí la mejilla interna, algo impaciente porque la reina apareciera con la copa de champagne en mi mano.
¿Podría ser correspondida está vez? Mi corazón no podía dejar de latir con la idea y me mantuve atenta a los alrededores, sabía que era un rasgo de un Carswell ser un maestro del disfraz y en este tipo de lugar sería todavía más fácil para él pasar desapercibido. Aunque también vería a mi padre, sería inevitable hacerlo y seguramente no estaría nada contento con la idea.
Se rehusaba a reconocerme si seguía aferrándome a este tipo de vida, pero Helle siempre había dicho que si había algo en lo que nunca podía rendirme sin importar nada era en mis metas y sueños. Ser militar no era mi sueño, pero si mi meta y el estilo de vida para el que pensé que era capaz de servir en algo. Además... Me encantaba el dinero y no tenía ningún reparo en ello, ni me avergonzaba por querer tenerlo a consideración en mis planes de vida.
Ser lo suficientemente rica como para no preocuparme por el resto de mi vida.
Cuando era niña también había pensado que el amor era una ridiculez, pero no lo era. Más bien como una droga dulce y constante que me mantenía a la espera de un poco, pensando en que podría pasar si fuera real y no más allá de mi imaginación.
Desde ese día entendí que se podía caer en un solo instante y gracias a él entendí lo mucho que me agradaba ser una sombra. Incluso en la oscuridad podía sentirme a salvo y segura, sin dudas en mi cabeza, solo disfrutando. Él me mostró el mundo del que tanto quería protegerme mi padre y me sentí viva, tan viva que pude experimentar muchas cosas, pero no las suficientes y como buena criatura que se inclinaba a su naturaleza humana quería más, mucho más que una relación alumna/ maestro.
Un mesero pasó y le dejé mi copa vacía antes de caminar en diferente dirección, unos pasos alejada de la pista de baile, pero de pronto mi mundo giró sintiendo una mano tomarme por la cintura y otra mi muñeca. Estuve cerca de tropezar, pero fui conducida dentro de la pista de baile. Tardé unos segundos en captar la música y darme cuenta de que estaba siendo guiada al vals del momento.
Miré la máscara negra del hombre frente a una tez morena y ojos oscuros que no me prestaban atención a mi, sino algo a su lado. Giré mi cabeza poniendo mi cuerpo a trabajar para seguir el ritmo que el desconocido me obligaba a llevar y noté que miraba a una joven de cabello castaño claro que nos observaba con evidente molestia.
- ¿Huyendo de una ex novia? - Me burlé de él, sabiendo que estaba siendo utilizada. Me parecía incómodo levantar tanto la cabeza pero el hombre era alto, su mano abarcaba gran parte de mi cintura y su hombro donde puse una de mis manos se sentía duro.
- Más bien de una señorita que no deja de seguirme.- Él desvió la mirada y me miró directamente.- Pensé que si tomaba a una bella mujer, ella entendería la derrota.
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Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)
RomanceAdele pasó la mitad de su vida amando a un hombre sin ser correspondida, esperando pacientemente hasta que él aceptara la tensión que prácticamente se podía respirar entre ellos, pero incluso después de casi dar la vida por él nunca recibió nada más...