Capítulo 36: No deberías estar aquí.

1.4K 66 1
                                    

Desperté tarde y Jasha no estaba, por lo que me di un baño rápido y me puse un pijama completo de color azul marino con una bata larga encima antes de salir a buscarlo a su estudio, pero me detuve en medio al encontrarme con Artem y en su mano cargaba mi pasaporte. El hombre era alto también y tenía varios tatuajes desde el brazo hasta el cuello y su expresión era ruda. Aunque ahora me observaba con cierta amabilidad, por un momento sus ojos oscuros me mandaron al recuerdo de ese momento en que nos conocimos.

***

"No deberías estar aquí". Él hombre dijo en cuanto puse un pie fuera del aeropuerto personal de Jasha Volkov. Venía sola para no exponer a Conrad a una situación que ni siquiera yo conocía, pero ya lo extrañaba y el hombre que me dijo tales palabras groseras en cuanto me acerqué al vehículo negro de vidrios polarizados no me ayudó a ponerme de mejor humor.

"Trabajaré aquí". Le respondí.

"Niña tonta". Había dicho, obstaculizando mi paso hacía el vehículo. "Si eres inteligente date la media vuelta y lárgate".

"¿Eso qué quiere decir?" Cuestioné cruzando mis brazos, pero después de recibir un mensaje, el hombre dejó de hablarme y me abrió la puerta para que entrara.

***

- Aquí.- Artem dijo, devolviéndome a la realidad colocando mi pasaporte en mi mano.

- Gracias.- Sonreí hacía él antes de comunicarle la decisión de Jasha.- Sobre las medidas de seguridad, Jasha accedió. Le presentaré un informe para su aceptación y entonces podremos movernos.

Artem asintió.

- Esperaré y me encargaré de los preliminares.- Dijo retrocediendo, solo ahí me di cuenta de que tenía algo más en su mano.

- ¿Y eso? - Apunté a lo que era en apariencia unas gotas.

- Son para Mikhail.- Dijo después de un breve vistazo a lo que llevaba.- Parece que pescó un resfriado. Es un medicamento para bajar la fiebre.

- Oh, pobre.- Sentí una punzada en el pecho y fruncí el ceño por ello. Artem me observó por un largo segundo antes de hablar.

- ¿Podrías ir tú? - Preguntó.- Ya que te dieron el día libre, tengo trabajo doble y estoy algo ocupado.

- Claro.- Acepté el medicamento.- Ve.- Él ruso asintió y se marchó. Observé el frasco, recordando que era parecido al que usaba cuando Conrad enfermaba y con un suspiro final cambie la dirección de mis pasos hasta dar con la habitación de Mikhail. La misma que en ese momento hubiera podido localizar aunque no supiera donde se encontraba, ya que se podía escuchar un llanto desesperado desde varios pasillos antes.

Apresuré mis pasos y entré a la habitación encontrándome con su niñera paseando de un lado a otro con angustia y el pequeño rubio entre sus brazos.

- Ah, señora, que alivio que esté aquí.- Dijo mirando la medicina en mis manos.- Mikhail está muy inquieto.

- ¿Tiene mucho así? - El pequeño lloraba mucho, pero se veía agotado también y no se detuvo ni siquiera después de que su niñera le administrara las gotas. Me angustió su tristeza.

- Un día, pero el pequeño es muy susceptible a enfermar y le afecta mucho.- Lo miró con tristeza.

- ¿Puedo? - Estiré los brazos después de desviarme un momento para lavarme las manos y tomé al pequeño, notando la elevada temperatura en su piel. Lo mecí, observando cómo sus pequeños ojitos se abrían para verme y de inmediato parecía comenzar a calmarse. No sabía porque tenía un don para tranquilizar a este bebé y al mismo tiempo me había encariñado de él desde que lo vi.

Mikhail era el sobrino de Jasha. Su hermano había muerto recientemente, por lo que la custodia ahora le pertenecía al ruso. También parecía que su madre había muerto en el parto, por lo que el pequeño de solo pocos meses de nacido parecía tener mala suerte desde su nacimiento. Mikhail se calmó hasta dejar de llorar, aferrándose a mi ropa como solía hacer Conrad algunas veces.

Busqué un lugar tranquilo en una de las ventanas que daban al exterior y mantuve al pequeño en mis brazos, le puse algunas compresas que me pasó la niñera como medios físicos en su frente y abdomen con agua tibia y los cambié cada cierto tiempo hasta que se durmió, yo tenía los ojos hinchados por haber despertado solo apenas unos momentos antes, así que no concilié el sueño de nuevo y en cambio pasé las horas concentrada en evitar que se le volviera a subir la temperatura.

En un momento determinado no pude evitar ver que su niñera se quedaba dormida de pie a mi lado, tenía ojeras debajo de sus ojos y parecía no haber dormido desde que el niño enfermó. Sentí simpatía por ella y le di unos golpecitos.

- Ve a dormir.- Le hice una señal a la habitación lateral.- Yo me hago cargo.

- No debería.- Dijo negando, pero podía ver la necesidad en su rostro.

- Solo por un momento si quieres.- Sonreí.- Yo te despierto si tengo que irme.

- Gracias.- Terminó por decir después de otros momentos de duda y se marchó a dormir por un rato. Sonreí de lado sin envidiar su trabajo y volví mi atención a Mikhail.

Después, cuando ya era tarde, lo pasé a su cuna para no acostumbrarlo a que estuviera siempre en los brazos. Me aseguré de que no se despertara y me recargué en la cuna sintiendo que el cansancio comenzaba a inundarme de manera involuntaria. Parpadeé varias veces tratando de no quedarme dormida, pero eventualmente fallé y sucumbí al poder del sueño.

***

¿Dónde estaba? Hacía frío. Empujé las puertas, solo había dos, pero una conducía hacía un baño y la otra no abría.

Mi corazón no se detenía, golpeando con fuerza mi pecho.

PUM PUM PUM PUM...

Mi garganta estaba seca y por mi espalda corría sudor frío.

Estaba asustada.

Estaba aterrorizada.

Golpeé la puerta. Golpeé con todas mis fuerzas, pero nada funcionaba, solo logré lastimarme las manos, pero no podía abrir, no podía salir.

El nombre de Edward se atoró en mi garganta, pero no lo dije cuando el miedo me superó.

Por favor... Por favor... Que alguien... Me salve.

***

Desperté asustada, incorporándome sobre la cama, respirando agitada y sudando frío. La garganta me dolía como si hubiera estado gritando, pero después de moverme frenéticamente observando a los lados fui detenida por Jasha, quién me miró con preocupación en sus ojos.

- Adele, está bien, era solo una pesadilla.- Dijo, acariciando mi cabello.

- Pero...- Dudé sintiendo que estaba llorando sin control, sentí miedo retorcerse en mi estómago que solo aumentaba con Jasha cerca, pero él fue cauteloso y no me presionó, solo acariciando suavemente mi cuerpo hasta que me relajé. Suspiré después de unos minutos y dejé de tensionar mi cuerpo, convenciéndome de que estaba a salvo.

Mi psicólogo decía que esas pesadillas eran rastros del trauma que supuso ser secuestrada en Italia, era solo mi subconsciente jugándome malas bromas con mis miedos por la noche colocándome en diferentes escenarios con otras personas. Debía dominarlos y empujarlos hacía el fondo para poder continuar con mi vida.

- Ya estoy bien, gracias.- Dije, alejándome con un intento de sonrisa. El ruso me abrazó y me llevó de nuevo al cuarto de baño para eliminar mi ropa empapada de sudor y lavar mi cuerpo. Me dejé hacer, cerrando los ojos ante la sensación inquieta de miedo todavía en mi pecho, pero la empujé hacía abajo de nuevo.

Jasha solo me había apoyado en todo este tiempo.

Él no tenía la culpa de mis traumas.

Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora