Elisabetta Leone
Había una verdad única en mi vida: era una mentirosa.
Engañaba al mundo, engañaba a dos de mis hijos y me engañaba a mi misma, pero por encima de todas las cosas era una hipócrita que nunca pudo dividir ni abandonar por completo nada en su vida.
Giré el anillo de matrimonio compuesto en dos partes de mi mano izquierda varias veces por mi dedo anular con el nerviosismo creciente subiendo por mi estómago. Respiré profundo queriendo evitar el reflujo que amenazaba con molestarme. Massimo Leone me observaba en silencio, pero no hablaba. No lo necesitaba para saber que me estaba analizando.
- ¿Has pensado ya sobre tu matrimonio? - Pregunté combatiendo su mirada.- ¿O quieres esperar a que yo lo decida por ti?
- Hay una mujer.- Massimo respondió, pero no agregó más y yo no le pregunté. Lo conocía lo suficientemente como para saber que no actuaba impulsivamente, si fuera así, ya la habría secuestrado y obligado a quedarse a su lado, pero eso yo no se lo había enseñado.
Massimo Leone solo era igual a su padre en lo físico con su barbilla tan bien definida, su mentón varonil y los ojos azules que sobre analizaban las cosas desde que era un niño. Él mantenía sus manos entrelazadas juntas sin movimiento y la postura rígida que tenía, me advertía que estaba nervioso. Sonreí discretamente, le di unos toques en el zapato con mis zapatillas ocasionando una sonrisa de su parte y su cuerpo perdió la rigidez.
Desvié la mirada al exterior, hacía las luces y los edificios que se alzaban altos e imponentes con los rastros de la era moderna en cada característica de sus edificaciones, habiendo superado el pasado antes que yo. El paisaje había cambiado con los años, la visión de todo era diferente y las personas también, aunque la seguridad era la misma, logrando que me sintiera encerrada así como asfixiada con las tres camionetas negras detrás y otra dos justo al frente.
El rey de la mafia solicitó mi presencia y no había manera en que pudiera negarme. No había nada que yo no pudiera hacer sin su permiso en toda mi vida, pero la idea no me molestaba. Solo estaba preocupada de que fuera el final.
Desde que mis padres fueron asesinados frente a mí cuando era solo una niña y él me extendió la mano. Desde que me enseñó todo lo que sabía, desde que conocí la felicidad y el infierno en un mismo lugar gracias a él.
Me enseñó a mentir y a vivir con mis mentiras como si fueran una realidad. Me dio mi nombre y cedió a mi libertad condicional cuando me enamoré de Jo, pero nunca estuve libre. No realmente.
Dejé de mover el anillo que al reverso tenía el escudo Leone junto con mi nombre cuando el automóvil se detuvo y enseguida una puerta fue abierta de mi lado. Massimo bajó primero para ofrecerme su mano para usarlo de apoyo. La tomé y terminé ajustando mi vestido junto con los guantes cuando la hilera entera de sirvientes que adornaban ambos lados de la entrada se inclinaban.
- Signora Leone.- Dijeron al mismo tiempo hacía mí y luego hacía su sottocapo que era Massimo. Tomé sus saludos y pasé de largo dejándome guiar por la mano en mi espalda que me condujo hasta la habitación superior que pertenecía a su padre y al capo di tutti capi que no había cambiado desde el principio.
Nos detuvimos en las puertas negras dobles que se elevaban casi hasta el techo con detalles hechos a mano por artesanos y estiré mi mano hacía uno de los relieves que estaba todavía perforado parcialmente.
"¡Escúchame, maldita sea! ¡Valentino!" Caminé con dificultad siguiéndole el paso, pero él no me escuchaba, era solo un malentendido, ¿Por qué era así?
"No tengo nada que decir, ragazza. Date la vuelta antes de que me moleste de verdad" Su poderosa espalda se alejaba hasta llegar a las puertas y dentro de mi desesperación por ser malditamente escuchada levanté el cañón de mi arma y disparé logrando que se detuviera en seco al ver cómo la bala había pasado justo a su lado. Valentino se dio la vuelta con lentitud hacía mí. "Corre".
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Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)
RomanceAdele pasó la mitad de su vida amando a un hombre sin ser correspondida, esperando pacientemente hasta que él aceptara la tensión que prácticamente se podía respirar entre ellos, pero incluso después de casi dar la vida por él nunca recibió nada más...