Comencé a ir todos los jueves a clase de natación en el mismo centro de alta gama al que asistía Bianca De Luca. No me acerqué de inmediato a ella, si no que conseguí a mi propio entrenador y me dediqué a llevar mis rutinas sin llamar mucho la atención. En ocasiones la observaba nadar y podía darme cuenta de que ella era muy buena sobre el agua, rápida y ágil cumplía con un nivel prácticamente profesional antes de irse a la misma hora. Su entrenador, un rubio musculoso bastante alto se quedaba a dar dos clases más antes de también marcharse.
Como acostumbraba, seguí mi rutina y después me dirigí a los vestidores para quitarme el cloro de encima y cambiarme por ropa limpia.
Trataba de ser rápida porque ya había notado hacía dos semanas que un grupo de mujeres no dejaba de susurrarse al verme y señalar mi cuerpo, así como mi cuello, ya que era plenamente consciente de la cicatriz que no se había borrado del todo desde ese incidente en Dimark hacía varios años.
Abrí el agua de la regadera dándole a todo al agua caliente y después nivelando con agua helada para no quemarme, pero mientras mi cuerpo realizaba los movimientos mecanizados sobre mi cuerpo, mi cabeza me llevó a ese momento en el que todo había estado tranquilo en una cena con los reyes del país, los padres de Angi, el príncipe, su irritante prometida de ese momento y Edward antes de que la catástrofe se desatara.
Probablemente los padres del príncipe se hubieran salvado si el mismo Klaus Ostergaard no hubiera priorizado por sobre todas las cosas la vida de la mujer que amaba. Edward había dicho que Klaus en ese momento no pensó en nada más que proteger a Angelique, cuando normalmente tendía a asumir el mando en ese tipo de situaciones para matar más rápido que nadie y a mi me pareció más que un error de su parte, terriblemente aceptable por que Angie lo valía.
Pensando en la pareja feliz terminé de quitarme el jabón del cuerpo y estiré la mano para cerrar la llave cuando sentí que mi cuerpo se ponía en alerta y me pedía pelear, pero me detuve a tiempo permitiendo que me tomaran del cabello, las manos violentas me hicieron retroceder a la vista de las mujeres que sospeché desde un principio tratarían de hacer un movimiento. Aquella que me tenía sujeta me empujó al suelo y caí sintiendo mi cuerpo golpear dolorosamente.
- ¿Qué haces aquí, mustia? - Una de ellas dijo, cruzándose de brazos con su mofa en los labios.
- Este lugar es para gente con clase, no para parásitos sin dinero que creen que los millones de un bastardo con suerte pueden conseguir borrar la cuchara de lodo con la que nacieron.- La segunda mujer que me abordó tenía la nariz operada pero no por ello era bonita precisamente. Ahogué una sonrisa ante sus palabras, pero no lo hice a tiempo antes de que la tercera me viera y se tomara la molestia de darme una patada que iba directo a mi rostro, pero puse mis manos recibiendo el impacto con mi antebrazo. Dolió, pero fue mejor que la idea de perder un diente.
- No te queremos ver de nuevo en este lugar.- La mujer que me golpeó dijo. Abrí mis labios para contestarles cuando escuché una voz femenina y vi el rostro de una atractiva mujer de ojos grises mirarme desde arriba antes de dirigir su atención a las tres mosqueteras del momento.
- ¿Con derecho de quién? - Bianca De Luca dijo, cruzándose de brazos.- La última vez que revisé, este lugar me pertenecía.
- Signora.- Las tres se pusieron pálidas y la primera de ellas trató de justificar.- Solo nos preocupaba que su presencia manchara la buena reputación de este lugar.
- ¿Y qué tal si les dijera que su vulgaridad es lo que me parece mancha la buena reputación de este lugar? - Bianca dijo.
- Signora, es un malentendido.- Se lanzó la segunda, pero Bianca levantó su mano, callándola de inmediato.
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Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)
RomantizmAdele pasó la mitad de su vida amando a un hombre sin ser correspondida, esperando pacientemente hasta que él aceptara la tensión que prácticamente se podía respirar entre ellos, pero incluso después de casi dar la vida por él nunca recibió nada más...