Me despertaron las ganas de orinar y ni siquiera abrí mis ojos antes de incorporarme de la cama, colocando mis pies descalzos en la alfombra que se terminaba unos pasos después. Cuando sentí el frío fruncí el ceño, pero seguí caminando, estirando mis manos hasta llegar al baño. Coloqué después las manos sobre mi abdomen abultado tratando de aliviar la presión que hacía más insoportable mi necesidad y también el dolor lumbar, así como el peso que me hacía sentir muy torpe al caminar.
Entrecerré los ojos una vez estuve adentro y encendí la iluminación, para apagarlo de nuevo una vez terminé mis necesidades y lavé mis manos, pero no me molesté en secarlas, así que retorné en modo zombi sobre mis pasos hasta llegar de nuevo a la cama, dejándome caer con pesadez, pero esta vez viendo solo una parte a través de mis pestañas muy cercanas a encontrarse. Pensaba en volver a dormir, pero me detuve al ver a Edward trabajar en uno de los sillones con la luz de su portátil iluminando sus facciones.
Cuando me fui a dormir él no había llegado y a juzgar por su ropa formal en un traje negro con los botones superiores de su camisa blanca abiertos y la corbata deshecha, me di cuenta de que no había dejado de trabajar.
Giré mi cabeza hacía el reloj digital del buró para ver que eran las dos y media de la madrugada y suspiré antes de ponerme de pie de nuevo para acercarme a él. Puse ambas manos en sus hombros y noté lo que estaba revisando, parecían grabaciones de cámaras de tránsito, pero se observaba en ellas un enfrentamiento armado. A pesar de lo obvio, aún así pregunté.
- ¿Qué estás haciendo? - Me incliné hacía él, pero al sentirme, él ya se había girado y me instó a sentarme en sus piernas. Lo hice, sintiéndome algo avergonzada por mi peso y preguntándome si no le dolería, pero él no hizo ninguna mención de ello. En cambio, puso una mano sobre mis piernas, frunciendo el ceño, levantó la mirada hacía mí.
- ¿No hemos hablado ya sobre lo de no estar descalza? - Me preguntó y sonreí avergonzada por ello, pero no admití la culpa.
- No recuerdo.- Fue lo que dije, desviando la mirada y tratando de cambiar el tema.- ¿Qué es lo que revisas? - Edward levantó una ceja y me observó en silencio, esperando pacientemente sin responder, dejando que me pusiera nerviosa bajo su mirada de reprimenda, hasta que cedí, mordiéndome el labio.- Ya, lo siento, ¿Contento? Tendré más cuidado la próxima vez.
- Eso sonó falso.- Se burló.
- Es lo que hay.- Respondí con rebeldía y el negó divertido antes de realizar un gesto hacía las grabaciones y repetirlas para mí.
- Son otorgadas por el departamento de seguridad de la policía de Roma. Estaba analizando los enfrentamientos armados entre la vieja mafia y la nueva.- Comenzó.- Es fácil de reconocer a los D'angelo, Lombardi o Romano. Los rastros que dejan de sus respectivas familias son claras, pero aún no es suficiente para llevarlos hasta el suelo.- Señaló una camioneta de la que se bajó un hombre que parecía bastante alto y a su lado una mujer mucho más menuda. Ambos estaban armados, pero lo impresionante fue ver que desde el principio del desastre hasta el final del enfrentamiento, ninguno de los dos se dejó ver el rostro. Cuando los videos acabaron, Edward habló.- Los he revisado muchas veces, pero no hay apertura y las placas de los vehículos usados son irrastreables, quien quiera que sean los miembros oficiales de la vieja mafia son muy inteligentes y escurridizos. Además, ahora que se tenga un nuevo cambio de presidente, las órdenes pueden cambiar...- Se sujetó el puente de la nariz, de pronto pareciendo más cansado.- Tengo el presentimiento de que todo esto va a terminar en nada.
- ¿Qué es exactamente lo que pide el cliente? - Cuestioné.
- El problema es que mi cliente dice que necesita más información y no hace más que pedir que escarbe todavía más. Eso me hace pensar que quieren cazar a la vieja mafia por medio de la nueva, pero no me gusta como se están tornando las cosas.- Edward mencionó bajando su mano y colocándola en mi abdomen.- Solo es la calma antes de la tempestad.
- Mmm.- Dije, recargándome en él.- ¿Y cuál es el plan? ¿Seguir esperando?
- Lombardi me ofreció unirme a la mafia nueva.- Edward ladeó la cabeza.- Voy a aceptar, así podremos conseguir información que solo ellos conocen sobre la vieja.
- Pero...- Me incorporé, preocupada.- Edward.
- Es lo que se tenía planeado en un principio.- Él dijo, tomando mi cabello y acomodándolo detrás de mi oreja.- Mi orden si llego a desaparecer se mantiene en pie.- Llevó su mano por mi abdomen de manera pensativa y en silencio antes de ponerse de pie conmigo en sus brazos, para dejarme en la cama y pasar a quitarse la ropa para colocarse un conjunto negro de ropa para dormir. Me acerqué y me recargué en su hombro en cuanto su espalda tocó el colchón.
Sentir la calidez de su cuerpo, su pecho elevándose y descendiendo conforme respiraba me tenía hipnotizada, señales de que estaba aquí, cerca y vivo me hicieron sentir muy sentimental. Sabía que así como el cuerpo humano era capaz de soportar muchas cosas, también era sumamente frágil y la vida se iba a veces en un solo instante. Tenía miedo de que ahora que Edward estaría activo dentro de la mafia le sucediera algo, después de todo, era humano y morir era una posibilidad, pero si en el pasado me hubiera dolido mucho, ahora estaba segura de que su muerte me destruiría, por ello no dudé en levantarme y besar sus labios, provocando que él me diera su atención.
Quería decirle la verdad, quería tener el valor para abrir mi corazón y decirle que lo amaba, que quería una relación real, un futuro con él, que anhelaba más de lo que tenía, pero en cambio solo sonreí de lado y dije dos palabras.
- No mueras.
Edward asintió y acarició mi cabello para que durmiera. Cerré los ojos, tratando de hacerlo, pero mi cabeza me tenía ocupada lo suficiente como para que me fuera imposible dormir y después de un tiempo en ello me cansé y saqué mi teléfono para ponerme a jugar. Estaba muy entretenida en juegos de azar que no me di cuenta del paso del tiempo hasta que comenzó a aclarar. Dejé el teléfono diciéndome a mi misma que debía de seguir intentando dormir cuando sentí que la respiración de Edward cambiaba volviéndose más rápida y errática.
- No, no, no...- Soltaba negaciones con la voz distorsionada y ronca. Me acerqué más a él, notando que estaba cubierto de sudor frío y puse una mano en su mejilla. Inclinándome hacía él.- Por favor. No... No la maten.
Parecía ser una mala pesadilla. ¿Sería sobre su ex novia? ¿A la que mataron? No pude evitar sentirme mal y terminé sacudiéndolo un poco, provocando que abriera los ojos y se quedara estático con la mirada vagando por todas partes.
- ¿Edward? - Lo llamé en voz baja y él fijó sus ojos en mí. Pareció entrar a la realidad y se calmó con mayor rapidez.- ¿Estás bien? - Él se sentó y asintió limpiando parte del sudor con su manga. Me acerqué a él, dudosa.- ¿Era una pesadilla?
- No importa.- Dijo, evasivo antes de detenerse y mirarme con fijeza. Llevé mi mano a mi rostro pensando que tenía algo, pero Edward tomó mi muñeca y me jaló hacía él. Abrazándome con su mano en mi cabello. Amargamente, pensé que estaba viendo a su ex novia en mi en este momento, pero aún así correspondí rodeándolo con mis brazos.
Esto tenía que ser suficiente.

ESTÁS LEYENDO
Misión: Dejar de amarlo. Contratiempos: Él. (II libro)
רומנטיקהAdele pasó la mitad de su vida amando a un hombre sin ser correspondida, esperando pacientemente hasta que él aceptara la tensión que prácticamente se podía respirar entre ellos, pero incluso después de casi dar la vida por él nunca recibió nada más...