Capítulo XV. Las hijas de Selene y Helios. La diosa oscura.

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Narrador.

Gran Chaco, Selva Amazónica, en la actualidad, Tierras bajas de Bolivia.

Mientras volaba de regreso a su cabaña, Pirichuchio diosa alada, reina del bosque y de la ciénagas en la selva amazónica de Bolivia, había estado controlado la incursión de ciertos humanos, hace tiempo que la desforestación de su reino, como la de sus hermanas, las quintillizas, cada una en un país de la gran Selva Amazónica, les afectaban. Y todo por culpa de la acción de lo que ella consideraba una plaga que debía ser exterminada, los seres humanos. Su mundo, su reino, cada día se reducía más.

Justo cuando descendía sintió su presencia, había llegado la hora de enfrentase a ella. Todas las grandes deidades sabían que pronto, ella, las encontraría, por eso muchas habían abandonado sus obligaciones, para esconderse, y así evitar ser encontradas por ese ser de oscuridad, esto tuvo sus repercusiones, ya que las protectoras dejaron de cuidar las zonas que protegían, provocando así que el humano las destruyera, acabado así con su fuente de poder. Al no tener con que poder alimentar su magia, eran presa fácil para ella, el ser oscuro más terrorífico que existía, se alimentaba de robarle los poderes a otros seres.

Pirichuchio, se negó a abandonar su reino tenía que protegerlos de aquellos que querían destruirlo, así que sabía que en algún momento este encuentro se produciría.

- "Te había estado esperado. Has tardado en encontrarme, pensé que llegarías antes, pero veo que te has mantenido ocupada."- dijo Pirichuchio, mirando a su reino, hoy podría no volver a verlo más, y si se iba quería hacerlo con ese recuerdo.

- "Siempre olvido lo perceptiva que eres hermana."- dijo una voz entre la espesura.

- "Tienes un concepto muy extraños, de la familia, cuando andas robándole los poderes a cada una de tus hermanas, nuestra madre y nuestro padre no deben de estar muy contentos contigo."- dijo Pirichuchio, mirando a la espesura sin aún darle la cara a quien sabía que hoy probablemente acabaría con su existencia, para alimentarse de sus poderes.

- "No lo sé hermana, sabes que desde que me expulsaron de mi reino, no me hablo con ellos. Pero de seguro muy contentos, no están, ya que le estoy devolviendo cada hora, cada segundo, cada minuto de mi sufrimiento, mientras acabo, una a una, con las diosas que ellos enviaron para proteger la naturaleza que crearon, y a sus criaturas."- dijo ella saliendo de la espesura.

Pirichuchio la miró, no había cambiado nada, su largo pelo verde claro, sus ojos azul oscuro, como las profundidades del mar, y su piel áspera como las escamas de un dragón, por algo había sido la deidad ocupada de la protección de la naturaleza marina, la gran y peligrosa Nereida, ninfa y diosa de los mares, océanos y de cualquier masa de agua conocida. Tercera hija de la diosa Luna, y del dios Sol, ósea Selene y Helios, los padres de todas las deidades que protegen el medio natural y a sus criaturas, incluido el hombre, y otros seres mágicos.

- "¿Cuántas han sido ya Nereida?, ¿Cuántos reinos has dejado desprotegidos y a merced de su destrucción?"- preguntó la gran diosa boliviana.

- "Simplemente deje de contarlas hace mucho, lo que si se es cuando me voy a detener, cuando haya adsorbido todo el poder de cada una de nuestras hermanas y las hermanas de nuestra madre. Así podré enfrentarme a ellos."- estas últimas palabras las dijo con auténtico odio.

Pirichuchio río por fin, no creía ganar, aunque iba presentar batalla, pero saber los que sabía, lo que sabía todas las deidades, incluida la propia Nereida, le había hecho sonreír, en algún momento la maldita diosa oscura iba recibir su merecido.

- "Parece que tu memoria se debilita con los miles de millones que llevas deambulando por la Tierra, y sus océanos. No estas predestinada a ganar, así lo predijeron los oráculos, y sabes que tu contrincante, tu verdadera enemiga, ya ha nacido, la Guerra Blanca pronto despertará, y acompañada por la diosa Flaithius, la hermana pequeña de nuestra madre, la diosa Luna, tu reinado de terror acabara, no puedes ganar, ya está dictado su fin."- dijo sonriendo, mientras notaba que la diosa Nereida se cubría de odio, y rencor, pronto atacaría, como el mar, la diosa era imprevisible.

- "Eres más valiente que mucha de nuestra hermanas, vieja Pirichuchio. La verdad que acabar contigo, no me va a resultar tan fácil, pero desde luego, qui sí será muy satisfactorio."- la diosa boliviana la miró.

- "Y porque te lo voy a aponer fácil, tengo mucho por lo que sobrevivir, y por muy poderosa que sea Nereida, proteger mi tierra, mi reino, y a los seres que habitan en él, me darán la fuerza que necesite."- dijo la gran diosa, antes de atacar primero, y emprender el vuelo para tener una ventaja sobre la diosa terrestre.

Nereida, esquivó, la primera onda de energía, y miró a su hermana sobre ella, con una sonrisa inquietante.

- "Buen golpe, ahora me toca a mí"- y con un sólo movimiento, hizo que el aire se volviera violento, y arrastrara a la diosa contra el suelo, como si fuera empujada por una gran mano de aire.

Pirichuchio, se movió en el último momento antes de que su cuerpo se golpeara contra el suelo, y con una sonrisa de ironía miro a Nereida.

- "Tú tampoco lo haces mal, pero no es suficiente hermana."- dijo moviendo el dedo para que la selva se la tragara entre la verde espesura, el cuerpo de la diosa oscura desapareció.

La batalla iba a ser larga, porque ninguna de las dos iba ceder, Nereida, la diosa oscura del mar y los océanos, la quinta hija del Dios Sol, y la Diosa Luna, estaba realmente enloquecida por el poder y por vengarse de sus padres que le había otorgado, lo que ella consideraba un reino menor. Pirichuchio, la diosa boliviana de naturaleza de los grandes bosques amazónicos y de la grandes ciénagas, la duodécima hija del Dios Sol y la Diosa Luna, una de las quintillizas, junto con sus hermanas son la diosas que defienden el Amazonas. Nuestra diosa boliviana, perseguía la supervivencia de su reino, y de todos lo que habitaban en él.

La lucha iba a ser encarnizada, y no tan fácil como creyó Nereida desde el principio.

Ciudad de Ontario, en ese mismos momento, Canadá.

- "¿Lo has notado? ¿verdad?"- preguntó Aisha a Gaelle, la segunda hermana de la hechiceras de Mesdames de Lefebvre, y la segunda más poderosa.

Gaelle, es la encargada de sentir si hay algún desequilibrio en la naturaleza, y cuáles son sus causa, puede extender su poder por todo el mundo, y suele venir unidas con percepciones, con problemas con otras hechicera o con las mismas diosas.

- "Si, hay un enfrentamiento, es la diosa oscura, ha aparecido"- dijo Gaelle tocándose el pecho, las perturbaciones solían causarle dolor. Aisha la miro preocupada, y seria.

- "Tenemos que, mejorar el entrenamiento de la Diosa y la Guerrera blanca, porque nuestro poder las podrán tener ocultas un tiempo después que adquieran sus poderes, pero a medida que se hagan más fuertes, la diosa oscura las detectará."- le dijo Aisha.

- "Debes conectarte con el Alfa, avísale, de que esto está sucediendo, y que debemos acelerar el proceso. Como muy tarde en tres días, tanto la diosa, como la guerrera blanca, deben ser marcadas, no podemos dejar que la guerrera oscura se haga, aún más fuerte, o nunca pondrán vencerla."- dijo Gaelle.

Aisha hizo lo que su hermana le dijo.

- "Élu, ¿dónde estás?"- pregunto la primera hechicera mentalmente mediante la conexión de manada.

- "¿Qué quieres Mémé?, estoy con Isaak, a punto de ir a recoger a mi Luna, y la mate del Beta."- respondió el Alfa mentalmente.

- "Ha aparecido ahora mismo, está luchando con otra diosa."- dijo Aisha, de la única forma que ella habla con su nieto, no tenía que decirle quien.

La vieja hechicera ya le había contado todo, sobre las perturbaciones que la naturaleza estaba sufriendo, pero no únicamente por el hombre, sino también por los poderes que estaban siendo robados por la diosa oscura. Y también Mémé, le contó, la importancia de la aparición de su luna, y de la mate del Beta, mucho antes de ambas apreciaran, y ellos la reconocieran.

- "¿Dónde?"- preguntó escueta y fríamente el Alfa, no engaña a la vieja hechicera, su querido Élu, estaba preocupado.

- "Más cerca de los que hubieras querido."- fue también la respuesta escueta de su tía abuela. No hizo falta, un gruñido de preocupación surgió en la cabeza de la gran hechicera, de esa manera su querido Élu, demostraba que entendía lo que estaba diciendo. -"Tenéis tres día para marcar a vuestra predestinadas, y así iniciar el verdadero entrenamiento, si lo retrasamos, lo más posiblemente que ya sea tarde para salvar lo que tenemos.

Una luna para el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora