Capítulo XXXV. Regalos a la Guerrera y la Diosa : La última premonición.

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Narrador.

Mientras nuestras parejas arreglaban sus diferencias, a muchos kilómetros de allí la última de las diosas quintillizas del amazona, la diosa de Brasil Añanga, con la poca fuerza que le quedaba, envió los cinco poderes heredados de sus hermanas, incluido el suyo, a la última de sus hermana, la Guerrera Blanca, el esfuerzo le costó la poca energía que le quedaba, pero cuando la diosa oscura se le acercó a reclamar su trofeo, esta sólo la recibió sonriente, mientras miraba su territorio por última vez, la gran espesura del grandioso amazonas.

-"No has sido rápida... diosa oscura... al final... al final, todo tu empeño... ha caído... en saco roto."- le dijo la diosa Añanga, con el poco aliento que le quedaba.

Nereida se dio cuenta que sus hermana ya no tenía ninguno de sus grandes poderes, aquellos por lo que le habían costado tanto vencerla, y que habían retrasado de manera lamentable, sus planes. La última de las quintillizas había heredado, los mayores poderes de sus hermanas, y en su teoría, si la derrotaba, esos poderes podían pasar a ser suyos, pero al parecer, esta última, se había adelantado eligiendo a su sucesora, antes que ella se los robara, la furia al notar que sus esfuerzos habían sido en vano, que sólo había robado poderes menores a sus cinco hermanas, hizo que asestara el último golpe a la diosa, que yacía en el suelo, acabando con su vida de forma definitiva.

Mientras Nereida intentaba calmarse, sin conseguirlo, hizo que tanto el gran rio Amazonas, como el mar que azotaba la costa este de Brasil, se embraveciera, inundando famosas playas con grandes olas.

La diosa Luna, mientras traba de superar el dolor de la perdida de sus cinco hija, decidió intervenir, ya que no deseaba más muertes que satisficiera a su rebelde y caprichosa hija Nereida, la ya denominada por todos los seres del mundo mágico, como la Diosa Oscura.

Gracias a su influjo, y a fuerza que ejercía en la mareas, la diosa Luna calmó los embravecidos aguas, y esto enfureció aún más a sus descarriada hija.

-"No creas que no sé lo que pretendes madre, pero no te vas a salir con la tuya, encontraré a tu hija menor, y la más pequeña de tus hermanas, las derrotaré y luego me enfrentaré a mi padre y a ti, vengándome así el haber sido tratada, como lo hicieron, enviándome a ese reino desconocido, que nadie quiere visitar, donde la soledad te hace volverte loca."- desde el cielo la diosa miró a su hija con pena, nada de los que dijera le haría cambiar de opinión, su alma estaba ya corrompida, y oscurecida, por la muertes de todas sus hermanas, y el veneno que destilaba su corazón confundido.

La diosa sólo le quedó visitar por última vez en sueños a la guerrera y a su adorada hermana Flaithius, donde estas yacían en brazos de sus protectores, los mejores guerreros que la diosa Luna tenía les dieron un beso de buena suerte en la frente a cada una, que las protegería lo suficiente para que, lastimeramente, derrotaran a otra de sus hijas, Nereida.

Lo siguiente que hizo fue visitar a una de sus mayores seguidoras, la hechicera más vieja y fuerte de las que le seguían. La madre y cuidadora del aquelarre Mesdames de Lefebvre.

-" Te esperaba mi diosa."- le dijo esta arrodillada en el gran claro, donde las hechiceras hacían sus hechizos más poderosos.

-"Siempre tan fiel, mi querida Aisha."- le dijo la diosa-"Veo que has sentido la perturbaciones del la naturaleza. Ya sabes lo que toca ¿no?, mi antigua amiga."- le dijo la diosa.

-"Lo sé, mi diosa, y estoy preparada para ello, lastimosa mente de esta batalla, muchos no regresaremos, ya que la diosa oscura se ha rodeado de seres de la oscuridad, que la seguirán en la gran batalla."- le dijo Aisha.

-"Procura cuidarte, y enseñar a mis mayores tesoros, a derrotar a la oscuridad y a el peligro que asecha a este mundo, recuerda que la supervivencia de la naturaleza, y de muchos de seres mágicos, dependen de ellas."- le dijo finalmente la diosa.

Una luna para el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora