Capítulo XXXIII. La recepción I: La diosa y el Beta.

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Faith.

-"Tranquila lo haremos bien."- me dijo Eli, dándome la mano antes de entrar en el gran salón de la mansión.

Al ver el lujo y el boato de los invitados y de la decoración del salón, me alegraba que fuéramos así vestidas. Al parecer, la vena poética de las hechiceras de quienes habían elegido nuestro atuendo había hecho que vistiéramos con unos vestidos modernos, pero con inspiración de época, haciéndolos voluminosos, pero atractivos.

El traje de la Guerrera era rojo sangre, de terciopelo, que se ajustaba a su cuerpo casi hasta la cintura, donde una falda voluminosa se abría hasta prácticamente el suelo. Los hombros estaban al descubiertos en un escote tipo barco, y unas mangas de gasa del mismos color, hasta medio brazo, donde se abría, colgando bellamente del codo.

El pelo se lo habían recogido y adornado con rosas de seda, y joyas de oro, como el collar con un rubí rojo gigante, que según nos había contado las hechiceras eran el famosa joya de la familia Wagner, la llevaban todas las Lunas de su manada, el collar Feuerherz, el cual daban el nivel de importancia y rango que tenía la portadora de la joya.

Yo por mi parte, iba con una traje azul celeste de seda, que hacía la forma de una túnica romana, dejándome el hombro al descubierto, y a la altura de la cintura, un intrincado cinturón de cuerdas doradas me entallaba la cintura de la túnica, dejando una abertura a la altura de media pierna, y arrastrando una cola del vestido, no muy larga, por el suelo.

El pelo lo tenía adornado con diferentes horquillas de perlas y oro, cada uno donada por una de las doce hechiceras de Mesdames de Lefebvre, incluido la maldita Lianet, cuyo fin era darme un don, en forma de horquilla dorada.

Así que cada uno de los adornos de mis cabeza representaba unos de los poderes de las hechiceras fieles seguidoras de mis poderes de diosa. En el hombro cubierto, como sujetando la lazadas que unía la túnica, tenía una broche dorado con un enorme topacio azul oscuro, joya dada por unos de los antepasados del Alfa a la familia Weber, Betas de la manda Roter Mord, sólo la podía llevar la mate del Beta, como su rango de poder.

Normalmente estas joyas eran entregadas, por nuestras parejas la noche que íbamos a ser presentadas al restos de las mandas, pero debido a las desavenencias, por decirlo suavemente, haciendo referencia al cabreo que tenían, tanto el Alfa y el Beta con nosotras, cosa que habíamos originado las dos por ser tan impulsivas, tanto Eli, como yo, sabíamos que, ni Arcel, ni Isaak, estaban por la labor de entregarnos las joyas que justificaban nuestros rango, así que había sido la propia Aisha, por órdenes del Alfa, quien nos la habían dado, además de explicarnos los significados de las mismas.

Mientras avanzábamos por el salón hasta el atril donde estaba tanto el Alfa, como el Beta, esperándonos, notamos tanto los murmullos de admiración, como gesto de asombro se repetían a nuestro alrededor, mientras avanzábamos. No quisimos mirar a nadie en específico, más bien, como lo habíamos hablado previamente, alzamos la cabeza y centramos nuestros ojos en nuestras respectivas parejas, que se encontraban en los alto del atril, donde el Alfa estaba en un escalón más arriba que su beta, dada sus condiciones de rango en la manada.

Ninguno de los dos nos miraba, más bien miraban al frente, con cara seria, como si fueran estatuas de piedra.

-"Siguen muy enfadados"- me dijo Eli mentalmente.

-"Lo sé, ¿Crees que unos cuantos golpes, y chorros de adrenalina derramada en la pelea les iba a quitar el cabreo? Recuerda de quien somos pareja, esos dos, son muy orgullosos, y de seguro se asustaron bastante, pensando que nos podían pasar algo, sin contar que pudimos crear un conflicto que hubiera dado al traste con todo los que ellos llevan haciendo hasta hora, es normal que como mínimo ni nos hablen al menos hasta que estemos de nuevo a solas."- le dije también mentalmente.

Una luna para el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora