Capítulo XXII. La Gran Guerrera Blanca.

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Elizabet.

-"¿Quién te ha dicho que te controles?, yo no te lo he pedido."- le dije en un gruñido, un deseo animal me dominaba y mis cuerpo ya no podía soportar más esa tortura.

A una velocidad que no podía ser posible, Arcel, llegó hasta mí , y abrazándome, me besó con toda la fuerza de su deseo, y mi cuerpo comenzó a temblar. Mientras me alzaba en sus brazos, no se lo que me pasa con este hombre, nunca me había considerado pequeña, la verdad es que era bastante alta para ser mujer, mido uno setenta y tres centímetros, pero al lado de este hombre soy como una muñeca en las manos de una gigante. Y aunque vaya en contra de mi naturaleza combativa, me encanta sentirme así, pero sólo con él.

Al mismo tiempo que me besaba, dejándome totalmente extasiada y excitada, con deseos de más, sentí como caminaba por la habitación, hasta la gran cama a dosel que habían colocado la hembras de la manda, nadie pensaría que un Alfa le gustaba una cama con dosel, pero al parecer la mujeres encargadas de decorar la habitación del Alfa para su Luna, pensaban que a mí se debía gustarme, lo sabré después de esta noche, la gran noche de la revelaciones.

Cuando sentía la mullida colcha bajo mis cuerpo, mientras él se acomodaba con cuidado sobre mí, me olvidé del dosel, de esta noche, incluso de quién era yo, para únicamente sentir, como Arcel, acariciaba mi cuerpo a través del sedoso camisón.

-"¿No tienes miedo? ¿verdad?"- me preguntó al oído antes de morderme el lóbulo de la oreja, para hacerme estremecer.

-"¿Por qué debería...? ¿Por qué debería... tener mie... miedo?"- pregunté entre jadeos entrecortados, ante la intensidad de las sensaciones que sentía, por sus caricias en mis cuerpo, mientras sus labios obraban maravillas en mis hombros y en el nacimiento de mis senos, al mismo tiempo que sus hábiles manos, se deshacía del molesto camisón.

-" Lo nuevo puede causar temor, preciosa, aunque te prometo que cada sensación de dolor, cada sensación de temor, y cada sensación de ansiedad, te la devolveré mil veces con placer, entrega y amor, eso debes tenerlo claro, mi Luna, nada podrá separarnos después de esta noche."- sus palabras se instalaron en mi corazón, en mente y en mi alma.

Y la ansiedad que recorrido mi cuerpo, no fue causada por el temor a lo desconocido, o por simple inseguridad, fue causada por la anticipación de unirme a él de manera inmediata.

-"Alfa deja de hablar...y hazme tuya."- le dije en un gemido agudo, cuando su boca coronó uno de mis senos.

Lo sentí reírse ante mi orden, mientras besaba mis senos. Y la vibración que causo su risa sobre ellos, me hizo arquear mi espalda con un gesto claro, estaba pidiendo más.

-"A provecha para darme órdenes ahora Guerrera Blanca, porque después de esta noche eso cambiará, aunque, contemplándolo en su justa medida, si las ordenes son como esta que me acabas de dar, preciosa, estaré más que dispuesto en cumplirla."- me dijo introduciendo una de sus manos en mi entrepierna, para arrancarme el tanga de seda, que no se resistió mucho entre los dedos de mi Alfa.

Yo aproveché para desabrochar su camisa y así recorrer sus musculosos brazos, mientras el me miraba a los ojos. Me encantaba su tanto, su olor, me volvía loca, mi loba estaba junto a su lobo, y los sentía felices.

-"Primera orden de tu Alfa, mi Luna, no apartes tus ojos de los míos."- me dijo al oído, con voz de Alfa. Me dijo y yo obedecí.

Ni intenté desobedecer su orden, pero tampoco podía, por alguna razón desconocida, todo mi cuerpo sintió esa orden, se caló hasta los más profundo de mis huesos, no me había marcado, y ya mi cuerpo le obedecía como si fuera yo misma quien lo hubiera ordenado.

Una luna para el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora