Capítulo XXXIV. La recepción II: El Alfa y la Luna.

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Faith.

Prácticamente ni me dio tiempo de reaccionar cuando el muy estúpido de Isaak, me levantó como si apenas pesara nada, para llevarme sobre su hombro. Esto era lo menos romántico del mundo, y para colmo, la reacción del Beta divirtió a más de un invitado, que nos miraron muertos de risa.

Si ya en sí, mi piel tiende a sonrojarse, verme llevada como si fuera un trofeo que un cavernícola, mal educado, ha cazado, para llevarse a su cueva, consiguió que mi cara se pusiera del color del tomate maduro.

-" Bájame ahora mismo, maldito lobo estúpido, esta me la pagas Isaak, te lo prometo."- la vergüenza dio paso a la rabia desmedida, y miles de maneras de vengarme del estúpido lobo malo, corrieron por mi peligrosa imaginación.

El muy maldito no dijo nada, mas bien permaneció callado durante todo el trayecto, una vez que entramos en nuestra habitación, exigí que me bajara, y lo hizo, pero de forma abrupta sobre la cama, mientras mi cuerpo rebotaba sobre el colchón, para que, casi de manera inmediata, su pesado cuerpo me inmovilizo sobre la cómoda superficie, de manera que cuando quise exigirle que se quitara de encima, su legua ya había tomado posesión del interior de mi boca, dejándome totalmente desarmada.

-"¿Cómo es posible que un beso, o el roce de este hombre, me dejé en este estado?"- pensé mientras me sumergía en las sensaciones que sus labios provocaban en mí.

Siempre había oído que las emociones extremas se complementan, así que fue casi inevitable que mi rabia y la de Isaak, se transformara en deseo, más bien era como una obligación, la tensión sexual no resuelta, no facilitaba las cosas.

La pasión de los dos se igualó, así que casi nos arrancamos la ropa, fue una cuestión de necesidad. Las pequeñas horquillas fueron quitadas de mi pelo por la manos impacientes de mi amante, que deseaba hundir su nariz en mi melena pelirroja suelta, y esparcida sobre la cama.

Mientas, yo desabotonaba su camisa, siempre sin apartar los labios uno del otro. No deseábamos hablar, al menos no con palabras, preferíamos que nuestros cuerpos hablaran por nosotros, al menos ellos eran mucho más sinceros.

Las caricias en mi cuerpo desnudo, sólo aumentaba mi deseo, y los gemidos, que se escapaban de mis labios, el habilidoso beta los acallaba con suyos. Yo, mientras, me perdía con mis manos en su musculosa espalda, mientras con mis piernas rodeaba sus caderas, impulsando mi entrepierna, cubierta con una fina tanga de encaje, hacia la dureza de la suya. Los movimientos de mis caderas, estaban consiguiendo su objetivo, que esa parte de su cuerpo se endureciera y creciera más, haciendo que el Beta perdiera un poco de la cordura, con la que solía amarme.

Esto fue definitivo, cuando tras un brusco movimiento de caderas, que me arqueó la espalda, al sentir sus manos sobre mis senos, mientras jugaban con la aureola de los mismos, hizo que un gruñido animal escapara de los labios de mi experto amante, provocando que este separara sus labios de los míos para que su boca recorriera el mismo camino que sus manos habían recorrido previamente. Mi boca no podía retener los gemidos, y la expresiones de placer que mi mente, totalmente inundada por las sensaciones que él solo podía provocar en mí, recibía en oleadas cada vez más intensas.

-" Te amo."- no fue planeado, ni planificado, no intente retenerlo, simplemente salió.

Nunca había dicho con palabras lo que él me hacía sentir, más bien sobreentendía que, ambos, gracias al influjo de la diosa Luna, no podíamos evitar sentirnos así, pero en ese momento, desee decirlo.

Él se detuvo al escucharme decir esas cortas, pero significativas palabras, y por un segundo, un temor desconocido me inundó.

-"¿Quizás no debí decirla? ¿o al menos no ahora, que ambos estábamos enfadados?"- pensé al verlo mirarme a los ojos totalmente paralizado.

Una luna para el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora